Empoderadas en bancarrota

Carne trémula.




Por Constanza Michelson / Ilustración: Camila Ortega

Paula 1244. Sábado 27 de enero de 2018.

Las palabras pueden ser perversas cuando afirman algo que está lleno de agujeros. Empoderada, es una de esas palabras sospechosas.

Aunque nace de la necesidad de que grupos históricamente desfavorecidos adquieran poder, la palabrita ha ido envolviéndose de la moral empresarial y automotivacional: hágase a usted mismo. Como si uno fuese el único responsable de su éxito y malestar, como si lo social no tuviera incidencia. De acá nace la criatura alabada y manoseada de la "empoderada".

Esta hace una enorme inversión por autocultivarse, con unas ansias de mejoramiento personal que a veces se convierte en autoexplotación y endeudamiento. Empoderada es su propia jefa tirana.

Un lugar complejo para la empoderada es el campo de la búsqueda de pareja. Dueña de la administración de su placer, no entiende cuando la ansiedad se la come en una relación de amigos con ventaja que no avanza. Pide ayuda para controlarse, compra libros, va a terapia. Supone que elige mal, o que ella está haciendo algo mal. Pero como la socióloga Eva Illouz nos advierte, hay razones sociológicas que explican que para muchas mujeres el amor se viva en desventaja. Principalmente porque para ellas hay un precipicio, el famoso reloj biológico. Y aunque hay libertad para elegir no tener hijos, tal límite impone aún a tantas la pregunta por la pareja estable para procrear. Por supuesto que esta heroína puede tener hijos sola. ¿Pero cuántas pueden sostener económicamente eso? Especialmente las más jóvenes, que confunden agradecer trabajar en lo que les gusta con no saber cobrar.

Esta ansiedad está ausente en muchos hombres, porque tienen más tiempo, porque el compromiso ya no es un lugar de estatus como lo fue hace un siglo, y porque ser amados tampoco es una condición tan relevante para su autoafirmación. Esto les da una cronología más relajada en los tiempos de una relación. Pero empoderada lo vive como un fracaso personal.

Y, por último, una pregunta para la empoderada emparejada: ¿de quién es la casa? Para muchas mujeres sigue siendo un tabú (o una lata) hablar de dinero. ¿Insiste el fantasma de que nosotras hacemos las cosas por amor a la familia? Cuántas enamoradas dicen que se sienten seguras con su pareja, pero, hey, ¿están realmente seguras?

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