La llegada de otra guagua a la casa

paula hijo menor



Como adultos muchas veces tenemos dificultades manejando la ansiedad, la incertidumbre o lo desconocido. Y eso me ha llevado a hacer el ejercicio de imaginar cómo se siente un niño o niña frente a algo así, a pensar en cómo administran emociones grandes y desconocidas. Emociones que muchas veces están  experimentando por primera vez.

Con ese antecedente en mente es que quiero que conectemos con la idea de la llegada de un nuevo niño a la familia, y con cuán abrumador esto puede ser para nuestros hijos o hijas. Si bien les vamos explicando de a poco que adentro nuestro va creciendo un bebé, esa explicación es aún demasiado abstracta para que niños menores de 3 años -que son muy concretos y que les cuesta imaginarse algo que no están viendo realmente-, entiendan. Y los más grandes, a pesar de poder imaginarlo, siguen viéndolo como algo de ciencia ficción, de película de "aliens". Y los puede confundir o agobiar.

Luego, más cerca del nacimiento se suma la ansiedad de los adultos frente a la inminente llegada del nuevo integrante y sobre los siguientes meses en que el funcionamiento de la casa se alterará de forma notoria. No es raro entonces que los niños, además de tener que administrar su ansiedad frente a lo desconocido que se apronta, sientan también nuestra ansiedad y eso se manifieste en más pataletas, rabietas, o conductas que antes no habíamos visto.

Cuando la guagua ya nació, empiezan los cambios: las madres desaparecemos de la casa por un par de días, y muchas veces la pareja nos acompaña. Se eleva la ansiedad del niño al pensar que la mamá está en la clínica u hospital, lugar que asocian a doctores y enfermedad y que, de cualquier forma, es un ambiente desconocido y un poco atemorizante para ellos. Llevamos a los hijos a conocer a su nuevo hermanito o hermanita, y al entrar a la pieza, ven que la mamá que antes era de "ellos", ahora tiene en brazos a "otro". Llegan miles de personas conocidas y no tan conocidas a ver a este nuevo integrante y lo tapan de regalos.  La guagua y la mamá vuelven a la casa y todo está un poco alterado, un poco patas para arriba. Llega una mamá cansada que prácticamente tiene tiempo solo para este nuevo ser que toma papa cada dos horas y luego duerme encima de ella, quien también necesita dormir para poder enfrentar el ritmo de días y noches que se vienen, donde pareciera que lo único que se hace es dar papa, sacar chanchitos y mudar. No tenemos tanto tiempo ni energía para dedicarle al hijo que existía de antes. Y eso, además, nos hace sentir culpables.

Toda esta bataola de nuevas emociones, nuevos sentimientos, algunos completamente desconocidos, van a hacer acuso de recibo, puede que inmediatamente, o un par de meses después. Y está bien. Es algo que es parte de la vida, y nos pasa a la mayoría. Y nadie se muere de eso, pero se pueden hacer pequeños cambios o gestos para que no repercuta tan fuerte en nuestros hijos, y para que no se altere de sobremanera el ánimo familiar. Lo más importante, y siempre fundamental con los hijos, es anticipar. Aunque parezcamos disco rayado con alguna información. Anticipar, explicar muchas veces lo que está por venir y contar con ejemplos concretos los cambios que van a ocurrir, como, por ejemplo, que va a haber una cuna donde antes no había. Que la mamá tiene que alimentar a este bebé muchas veces al día. Que los bebés recién nacidos duermen la mayor parte del tiempo, y que no es un hermanito que va a llegar a jugar con ellos. No todavía y no por un rato largo.

También contarles que la mamá va a desaparecer de la casa por unos días y estará en cama. Explicar que la podemos ver y llamar por teléfono cuando quieran hablar con ella. Y cuando ocurra la ansiada visita a la clínica a conocer a este nuevo ser, mi recomendación personal es que el bebé no esté en los brazos de la mamá cuando entre el hijo o hija a la pieza. También se puede traer un par de regalitos en nombre del bebé. Algunos piensan que un nuevo hermano ya es regalo suficiente, pero si ese no es el caso, está bien recurrir a esta estrategia. Creo que más que aquietarlos a ellos, nos saca un poco de culpa a los adultos, y cualquier cosa que disminuya la culpa que sentimos las madres, bienvenido sea.

Cuando ya volvemos a la casa, es importante dejar un tiempo exclusivo para ellos, y que no todo gire en torno al bebé. Es importante que el hijo que ya existe no pase a segundo plano. Quizás podemos encargarle el recién nacido a otra persona, y hacer las rutinas típicas que hacemos al acostar a un hijo. Bañarlos, leer un cuento y acompañarlos un rato antes de dormirse.

Si ya estamos recuperadas, podemos retomar rutinas como ir a buscarlos al jardín y al colegio. De todas formas, debemos entender que van a haber cambios en ellos. Algunos hijos retroceden y quieren volver a ser guaguas. Quieren volver a usar chupete y pañales y dormir en la cuna. Otros comienzan a tener pataletas que nunca antes habían tenido. Algunas veces estas reacciones no aparecen inmediatamente y aparecen cuando el bebé ya ha empezado a interactuar más con el grupo familiar y todo lo que hace es nuevo, delicioso y divertido. El no ser centro de atención, les puede sacar chispa.

Pero, sobre todo, debemos ayudarlos a ponerle nombre a lo que puedan estar sintiendo, y contenerlos. Abrazarlos, regalonearlos, empatizar con ellos. Ya que lo que están viviendo es algo completamente nuevo, abrumador, gigante, desbordante y digno de pataleta.Pongámonos en los zapatos de nuestros hijos, frente a cualquier cambio tan grande como la llegada de un hermano o hermana. Ánimo a todos lo que puedan estar atravesando por esta etapa. Como todo, todo pasa.

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