Ricardo Vivallo, el ganador

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En la tarde trabaja haciendo inventarios y en la mañana escribe en un diario de vida: de esas anotaciones surgió Glosa, el cuento con el que Ricardo Vivallo (32) obtuvo el primer lugar en el Concurso de Cuentos Paula 2016. Estas son sus reflexiones sobre la escritura.




Paula 1212. Sábado 19 de noviembre de 2016.

A los 17, cuando salió del colegio, Ricardo Vivallo estaba convencido de estudiar Letras. Lo hizo por cuatro años en la Universidad Católica hasta que, en 2005 y a solo tres ramos de licenciarse, cambió de opinión y –en un acto medio irracional, dice– desertó. Comenzó a trabajar como chofer de un laboratorio clínico, retirando muestras de sangre y de orina de los consultorios; después –y hasta hoy– por medio tiempo en una oficina haciendo inventarios y tareas administrativas. El entusiasmo por la literatura lo fue perdiendo. Hasta 2010, cuando terminó una relación de pareja y comenzó a escribir un diario que, sin quererlo, se convirtió en una necesidad y luego en un hábito que aún mantiene. "Fue decisivo. Después de dejar la universidad no escribí en mucho tiempo. Pero en el diario poco a poco fueron apareciendo cosas: poemas breves, ejercicios narrativos, algunas ideas que empecé a pasar al computador para corregirlas y mandarlas a concursos", cuenta. En 2011, para el Concurso de Cuentos Paula de ese año, armó un texto la noche antes del plazo final con puros fragmentos de su diario y quedó como finalista. "Fue un gran incentivo y desde entonces no he parado de llenar cuadernos". En el Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral del año pasado obtuvo una mención honrosa y este año ganó con Glosa el primer lugar del Concurso de Cuentos Paula. El texto –un conjunto de escenas muy visuales y con un particular estilo de notas y fragmentos– narra el fin de semana que un padre, una madre y un hijo pasan en unas termas.

¿Por qué se llama Glosa?

Tiene que ver con la intención de resaltar que el texto no es precisamente un cuento, una obra de ficción convencional, sino más bien un apéndice, un conjunto de notas que hacen referencia a un texto inexistente. Que nunca se escribe.

¿Te acomoda ese estilo?

Sí, se me da sin querer, no es algo que haya salido después de una reflexión. Es una manera de concebir a la escritura más bien visual, con mucha imagen, más que de discurso o de diálogo. Un cruce de imágenes, incluso más cercano a lo que puede ser la poesía. Por otra parte tiene que ver con el ejercicio de escribir un diario. Mucho de lo que hago sale de ahí, de los apuntes, anotaciones.

¿Te arrepentiste alguna vez de haber dejado Letras?

La verdad, no. En algún minuto tuve dudas, porque es difícil encontrar pega si no tienes título. Pero no me vería haciendo clases en una universidad ahora, o en la academia. Nunca me sentí cómodo en ese ambiente universitario.

Tu plan era vivir como escritor.

Uno siempre aspira a vivir de lo que le gusta hacer, pero eso es bien difícil. Sobre todo si los intereses tienen que ver con la literatura. Además, jamás voy a escribir una novela comercial o un bestseller, porque mis intereses no van por ahí.

¿Desprecias ese tipo de novelas?

Antes era más rabioso con eso. Pero con el tiempo se me ha ido quitando. Uno tiene que hacer bien su propio trabajo y lo que hagan los demás está bien. Es bueno que coexistan todas las escrituras posibles. Decir yo estoy bien y ellos están mal, o querer imponer un criterio a los demás es un poco fascista.

¿Algún narrador de tu generación que destaques?

Me gustan más los poetas que los narradores, como Germán Carrasco o Francisco Ide. Creo que los poetas están haciendo un trabajo más interesante, toman más riesgos.

¿Por qué?

Porque en poesía hay menos que ganar. No hay muchos premios de poesía, los poetas no venden, no hay editoriales grandes dispuestas a publicarlos. En la narrativa hay algo más aspiracional, puede ser, de buscar que te edite una editorial más o menos grande, o cierta figuración pública. Entonces, el narrador tiende a copiar ciertos modelos que ya están instalados, repetir fórmulas.

Hay mucha verdad de uno en la escritura. ¿Te da pudor que te lean?

Me costó el tema del pudor o la vergüenza, porque soy muy tímido. La literatura es, en cierta medida, un refugio. Pero llega un punto en que uno decide mostrarlo, justamente para romper con esa timidez. Es reparador y saludable hacerlo. Sobre todo cuando ves que lo que estás haciendo puede gustarle a alguien más.

"El escritor apuesta por fragmentar, a no contar todo, a eludir, a distanciarse, pero Glosa no se dedica solo a englosar una serie de eventos: vuela, se expande y termina condensando una novela devastadora con la economía de cuento. El ganador opta por la frialdad, porque tiene conciencia de que lo que está narrando es o demasiado personal o demasiado intenso. Glosa lleva la peregrinación chekjoviana de ir a un paseo a las termas y lo actualiza. Nos lleva con él y con este padre, esta madre y este hijo que no es un niño pero debe ser cuidado. El fin de semana en las termas es puro silencio, tensión y devastación. La familia debe salvar al hijo de 32 años que necesita curarse ¿pero quién salva a la familia? ¿Cómo se salva cada uno? Glosa parece uno de esos cuentos clásicos que uno siempre lee. Un gran premio, un gran autor que tiene qué contar y cero miedo a conmover". Alberto Fuguet, parte del jurado del Concurso de Cuentos Paula 2016.

Ricardo Vivallo, el ganador del Concurso de Cuentos Paula 2016, hace obras visuales en formato de collage; es mismo estilo fragmentario que tiene para escribir es el que se aprecia en su trabajo artístico. Aquí, una galería con algunas de sus creaciones.

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