¡A la orden!

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Tenían que llegar los colombianos para que al servicio en Chile se le quitara la apatía. Los secretos de un maître colombiano y su filosofía sobre "atender como te gustaría que te atiendan".




Paula 1207. Sábado 27 de agosto de 2016.

Jorge Andrés López atendía y hacía sandwiches en un Subway del centro por donde pasaba mucha gente cuando se empezó a dar cuenta de que su estilo causaba un efecto en los clientes. "Yo les decía : 'Qué le vaya muy bien', 'con mucho gusto', 'hola, bienvenidos', cosa que no pasaba acá. Y lo decía por educación, simplemente". Y los chilenos, entonces le preguntaban el nombre, sonreían más, "y como que empezaba a ser más agradable el ambiente, pese a que era comida rápida. Aquí había una ligera molestia por el hecho de servir", dice. Pero él viene de Colombia, donde se rigen por un principio: "te atienden siempre como le gustaría al que atiende ser atendido".

De 33 años, nacido en Cali, actor de profesión y en Chile por amor hace ya 8 años, después del Subway y otros locales entró a Coquinaria, donde partió como garzón y llegó a ser jefe de garzones. De la mano del inglés Kevin Poulter se fue perfeccionando. Hoy es el maître del Quínoa, de Sol Fliman, el restorán en calle Luis Pasteur, Vitacura, donde López debe velar por que los tiempos se cumplan, manejar la lista de espera, y siempre, siempre ser amable.

Una tarde, cuando el restorán ya está tranquilo, López reflexiona por qué los colombianos se han convertido en Chile en una especie de símbolo del buen servicio a la mesa. "Para empezar, en Colombia está la sensación de que si estoy prestando un servicio hay que hacerlo lo mejor posible. Eso allá se respira. Acá no es que el servicio sea más malo sino que pecan de ser prácticos. Sienten que lo importante es hacer la pega y no brindar una bonita experiencia".

"Como encargado del servicio procuro que la gente nueva que atiende pruebe toda la carta, para que sepa lo que se hace aquí, para que entren desde el cariño. así cuando un cliente le pregunta qué plato es bueno, les digo "ofrécele el que te gusta a ti y dile por qué".

Para López, también hay una cuestión de "camiseta". "El extranjero se camisetea con la empresa porque te está dando la mano. Hay un mutuo agradecimiento. El área servicio tiene mucha rotación, porque la gente piensa 'si no funcionó aquí, mañana tendré trabajo en otro sitio, pero para los extranjeros, es más difícil".

¿Qué es lo que más te chocó al llegar a Chile como cliente y mozo?

Casi que me tenía que atender solo. Me pasaban la carta y ya, y luego me decían '¿qué quiere?'. No hay un '¿cómo está? Mi nombre es...'  Eso ha cambiado mucho, me imagino que en parte debido a la inmigración. Pero a veces acá te pasan la carta y se van. Y te dan 3, 5, 10 minutos o en algunos uno se siente hasta olvidado. Vuelven y: "tiene claro qué quiere ordenar?". Cuando llegué a Chile uno entraba a un almacén de ropa y te atendías solo. Sacabas la ropa solo, te metías al probador solo y cuando ya ibas a la caja recién te decían "¿lo puedo atender?" Finalmente, parte del intercambio cultural es que uno, al tener una posición frente al trabajo diferente, lo hace distinto. Quizás se pecaba en el falso entendimiento del servilismo y el servicio era lejano.

¿Y en qué forma eso ha cambiado?

Hace ocho años el chileno entraba más al choque por ambos lados. El cliente llegaba pensando que iba a pelear con el mozo, y el mozo lo recibía pensando que venían a pelear con él, porque había cierta predisposición del cliente a que el que me está atendiendo no es un humano sino alguien que me está entregando cosas. Y al deshumanizarlo perdía paridad, estaba el cliente por encima de quien servía, y por eso siento que no se prestaba un buen servicio. Pero se rehumanizó a la persona que atiende, ¡y servir no está mal! Uno también va a que le sirvan. Y en eso hemos ayudado los extranjeros.

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