De pura mala formación, le sigo llamando "la regla" al periodo menstrual. Así me enseñaron en el colegio mis compañeras de curso, porque la educación sexual en ese sentido -y en todos los sentidos- llegó bastante tarde. Esto es lo que aprendí: la menstruación es una cosa muy molesta que tenemos las mujeres, en la que sangramos una vez al mes. Es incómoda, no puedes andar en bici, subirte a los árboles, darte la rueda ni bañarte mucho en la piscina. Jamás debes hablarle a nadie directamente de tu "regla" porque es desagradable (menos a un hombre). Tienes que esconder las toallitas en tu mochila. Te sentirás mal, estarás desbordada emocionalmente y tus ovarios te harán imposible el cuerpo. Cuando estés con "la regla", es mejor ponerte un guatero y no salir. Y cuando te pregunten qué te pasa, lo mejor es decir: "cosas de mujeres".

Píldoras anticonceptivas para regular la regla, analgésicos para suavizarla, compresas con olor a manzanilla para sanitizarla, tampones para eliminar la evidencia y dispositivos por si no quieres que te llegue más. Siglos de evolución humana y desarrollo tecnológico para seguir viendo un proceso fisiológico como una enfermedad. La colombiana Melisa Vargas (32), creadora de Marea de Venus, un espacio terapéutico donde acompaña a mujeres en su proceso de transformación personal a través de la conexión con su ciclo menstrual, da algunas luces para resignificar lo aprendido.

¿Por qué padecemos la menstruación?

Nos han dicho que la menstruación es algo que tiene que ser necesariamente dolorosa, lo que no es cierto. Pero hemos tomado tanto esas creencias que las hemos hecho reales. La cultura y el sistema en el que vivimos la han vuelto patológica, como si fuera una enfermedad. En ese sentido, la publicidad ha hecho mucho daño, ya que dice constantemente que es algo malo, que te pongas esto y te tomes esto otro para que no te duela y sigas tu vida "normal". Ese discurso que la mujer tiene que seguir en la normalidad como linealidad nos ha alejado de la gran posibilidad y riqueza para el conocimiento personal que tiene la ciclicidad. Porque las mujeres somos cíclicas. Cuando nos dicen que no vivamos eso, nos están alejando de nuestro poder personal.

Incluso muestran nuestra sangre de color azul.

Y así nos dicen que la sangre de la menstruación es algo que no podemos mostrar porque algo malo tiene. En países como Colombia o Chile, donde se vive violencia a diario, en un restorán es común que haya una televisión gigante donde pasan las noticias y se muestren imágenes violentas. Esa sangre sí está normalizada; la sangre de las muertes y las guerras sí está bien mostrarla, pero la sangre que sale del cuerpo de una mujer y que es sangre que puede dar vida no la queremos ver.

¿Y qué pasa con los anticonceptivos?

Es paradójico, porque en los setenta la píldora fue un logro, una liberación. Pero la liberación no está en tomarse algo, está en conocer realmente tu cuerpo para poder cuidarte y decidir qué quieres. Una mujer que toma anticonceptivos es una mujer que siempre está lineal y eso nos aleja de la sabiduría corporal. Actualmente a lo que más le temen las mujeres que quieren dejar la pastilla, además de quedar embarazadas, es a perder esa linealidad, porque ven la menstruación como algo que las desordena. No quieren conectarse con sus emociones y eso las puede volver totalmente influenciables.

¿Por qué la cultura le tiene miedo al ciclo menstrual?

Porque tiene miedo de que la mujer tenga tiempos de pausa e introspección, de que no quiera producir todo el tiempo. Porque un ciclo tiene momentos distintos, de eso se trata; muta. A través de esa mutación, las mujeres tenemos la posibilidad de aprender de nuestras hormonas, con distintas energías y maneras de pensar. En el ciclo, la menstruación tiene como opuesto la ovulación. Y en este mundo moderno la ovulación es algo peligroso porque puedes quedar embarazada, pero allí se encuentra también la fertilidad, que no es solo para engendrar hijos humanos sino también hijos creativos. La ciclicidad te permite vivir la vida que sueñas y eso implica dejar al marido que te pega, salir del trabajo donde no te sientes plena, salir de una casa donde vives con una madre que te quita la autoestima.

¿Y la menstruación puede lograr todo eso?

La menstruación es un evento muy importante de poder que abarca todos los ámbitos del ser: lo físico, lo emocional y lo psíquico. A partir de la menstruación una abre un abanico gigante con respecto al empoderamiento femenino. Cuando la mujer conoce y se conecta con su cuerpo y su naturaleza cíclica, se empieza a hacer caso. Aprende a escucharse. Por ejemplo, no vas a hacer algo que te demande mucha energía cuando no te sientas dispuesta para ello. Lo agendas para otro momento más creativo. En definitiva, lo que aprendemos con esto es a decir que no. Las mujeres actualmente no tenemos tiempo para nosotras misma porque nos la pasamos diciendo que sí al mundo, y eso nos quita poder. A través de la autobservación y el autoconocimiento podemos recuperarlo y abrir un camino hacia el menstruar de una manera deseada, gozada. Que no sea algo que impide tu vida y tu normalidad, sino algo que es parte de ti misma.

¿Cómo logramos gozar y desear el ciclo menstrual?

Es un trabajo personal y profundo que no es de un día para otro. Se necesita voluntad de conocerte a ti misma, de escuchar tu propio cuerpo, sus señales, sus flujos. Y eso no es inmediato. Tenemos que estar dispuestas a dedicarnos tiempo. Tenemos que conectarnos más con el vientre y dejar de escuchar tanto la cabeza. La mente está muy valorada en nuestra sociedad, cuántas carreras estudiaste, cuántos magísteres, cuántos doctorados. Desde que estamos en el colegio nos están alimentando la cabeza. Pero las mujeres necesitamos también alimentar y escuchar el vientre.  Algo que puede cambiar la sociedad es que nos tomemos el espacio para conectarnos con nuestros úteros, ya que ahí radica gran parte de nuestro poder.