Estamos todas y todos juntos en esto

estamos juntos2



El 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad y es en este marco que me encantaría compartir una reflexión. Cerramos un 2019 difícil, removido y en crisis; y abrimos un 2020 como nunca hubiéramos imaginado. El mundo entero le hace frente a una pandemia por un virus difícil de controlar por su rápido contagio. Cuesta darse el tiempo de conectarse con el lado amable y con los aprendizajes que pudiera traer todo esto. Y es que ante tanto movimiento no es fácil darle fuerza y sentido a las palabras felicidad, agradecimiento, bondad, comunidad y compañía. Es como si parte de nosotros se hundiera con el pánico, la angustia y la incertidumbre de no poder planificar el mañana, porque la realidad es que no sabemos que pasará.

Porque aunque el mañana siempre ha sido una ilusión, al menos teníamos la fantasía de que podíamos manejarlo. Sin embargo, el universo nos viene a enseñar una vez más sus leyes y nos viene a mostrar que existen sus propios tiempos. Sin duda el mañana no es de nuestra propiedad, porque lo único que realmente nos pertenece es el ahora.

Es frente a emociones como la angustia y la incertidumbre que me nace la duda de cómo en un mundo conmocionado podemos darle valor y sentido a las palabras "felicidad" y "hoy". Soy una convencida de que la felicidad no se encuentra en momentos perfectos o vivencias inolvidables, sino más bien en la capacidad de agradecer todo aquello que se nos regala, sea bueno o malo. ¿Pero qué pasa con la capacidad de agradecer cuando nos vemos enfrentados a situaciones de angustia e incertidumbre? ¿Cuánto de como vamos enfrentando estos momentos se plasma en la vivencia de nuestros hijos? ¿Cómo logramos darle la vuelta a nuestros pensamientos y no caer en un pánico colectivo?

Durante estos momentos de dificultad se hace mucho más difícil abrazar los buenos momentos del día y aprender de los no tan buenos. Es en estos momentos que nos alejamos del presente y de lo que nos regala, intentando manejar un mañana tan solo ilusorio. Actualmente se pone a prueba nuestra capacidad de adaptarnos, de ser flexibles, de ser solidarios y de seguir encontrando un sentido y un significado a nuestras vidas en el aquí y el ahora, aunque a ratos sea caótico.

Todos nos veremos afectados por las distintas medidas que se deberán tomar a medida que pasen los días. Tratemos de aceptarlas con calma, haciéndonos cargo de cuidarnos entre nosotros y siendo flexibles en todos los planes que tendremos que cancelar, amoldar o reinventar. Mostrémosles a nuestros hijos cómo aceptamos y nos adaptamos a estos cambios y logramos asumirlos como una manera de ayudar a toda nuestra comunidad.

¿Qué nos quiere enseñar el Universo o Dios (o en lo que tu creas y te haga sentido)? ¿Qué pasa que el mundo pareciera estar patas para arriba? ¿Con qué necesitamos conectarnos para poder vivir estos momentos de la mejor manera para nosotros y para nuestros hijos? Pareciera ser que el Universo está poniendo todo en equilibrio, que nos está obligando a detenernos para conectarnos con lo esencial: volver a hacer familia y volver a co-construir comunidad.

La naturaleza y sus fuerzas nos están pidiendo a gritos que seamos más consciente de nuestros cuerpos, de nuestro planeta Tierra y, por sobre todo, que seamos más conscientes de que co existimos dentro de un colectivo. No somos seres individuales y todo lo que haces tú repercute en mi forma de ver y vivir la vida. Hoy la enseñanza es que co existimos para co crear este mundo en el que nos reencontramos día a día con nuestros hijos, con nuestros pares, con nuestra familia y amigos. ¿Qué mundo estamos co creando? ¿Cómo estamos construyendo nuestro mundo? Hoy el Universo nos invita a detenernos y repensarlo.

De manera forzada debemos bajar las revoluciones, cuidarnos e incluso perder lo más íntimo del encuentro con un otro: ya no podemos abrazarnos, ni saludarnos, ni darnos las manos. Parece paradójico cómo en el dejar de hacer algo tan cotidiano, comenzamos a sentirnos extraños, lejanos y empezamos a valorar lo esencial del contacto y abrazo humano. En un mundo que cada vez nos invita más a (no) relacionarnos de manera virtual, hoy la paradoja de la vida nos enseña lo vital de la cercanía, del contacto físico y del amor expresado con el simple gesto de abrazar y besar a otro y conectar de manera real con nuestros hijos y amigos.

Al parecer debemos aprender que cuidándonos cuidamos a otros, y que nuestra mirada (sea positiva o negativa) contagia a los demás. Seamos responsables de realmente contagiar lo que queremos entregar y recibir. Si queremos que los que nos rodean nos entiendan, entendamos; si queremos que no expongan nuestra salud, no expongamos nosotros la de los que nos rodean; si queremos que sean generosos con nosotros, seamos generosos primero. Porque a veces es en estas situaciones de angustia en que vemos amenazada nuestra estabilidad cuando sale quizás nuestro peor lado, ese egoísta que solo busca salvarse a sí mismo.

Que esta pandemia saque nuestra infinita capacidad de poder empatizar, solidarizar y cuidar al otro. No expongamos a nuestros hijos a ver a padres angustiados, con pánico y dando consejos egoístas. Hagámonos conscientes de lo que estamos transmitiendo. Nuestro desafío una vez más será enseñarles a enfrentar los momentos difíciles dándoles el sentido y significado que necesitan para enfrentarlos de la mejor manera. Cada crisis trae con ella una nueva oportunidad de ver y actuar de distinta manera en el mundo. No perdamos la mirada de lo esencial: todos somos uno y estamos juntos en esto. En los momentos más difíciles solo nos tenemos unos a otros, y dependemos de esta conexión y respeto esencial para salir fortalecidos.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.