Maternidad sin recetas

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En un mundo atestado de información, blogs de crianza, libros y teorías, es fácil perderse en la búsqueda o intento por dar con la receta perfecta para criar a nuestros hijos. Nadie dijo que ser mamá o papá era fácil; existen mil situaciones en las que nos perdemos, naufragamos y pasamos de una conducta a otra basándonos en lo que leímos, escuchamos o alguna querida amiga nos aconsejó. Suena paradójico lo que escribo, porque quizás soy una más de esas tantas que atestamos la cabeza con ideas sobre la maternidad, crianza e hijos; sin embargo, tengo una mirada que quiero compartir.

Siempre he pensado que la receta perfecta no existe por la simple razón de que cada uno de nosotros es un ser único e irrepetible y cada uno de nuestros hijos es un mundo nuevo por descubrir. Entonces pensar en una sola manera es irracional. Existen miles, sin embargo, solo existe un hijo: el tuyo. Hijo que como padres conocemos mejor que nadie y, por lo tanto, descubrir lo que necesita es una receta que inventemos para él o ella, en específico.

Actualmente, quizás más que nunca, necesitamos darnos el tiempo de acercarnos, detenernos y descubrir a nuestros hijos, porque solo ahí encontraremos la claridad de lo que, como ser único e irrepetible, necesita. Sus necesidades son y serán distintas a las de su hermano, su primo o el ejemplo del niño del libro de parentalidad que podemos estar leyendo. En un mundo que nos invita a "solucionar" lo que "no funciona como debería", nos perdemos en buscar las respuestas para intentar arreglar lo que "debería" estar haciendo mi hijo. Más allá de darnos el tiempo para detenernos y buscar en él las respuestas, nos vemos intentando resolver y responder todo de manera urgente.

Y entonces ¿por qué no en vez de buscar y buscar más información nos detenemos a estar y conectar realmente con ellos? Por ejemplo, si a mi hijo le cuesta tolerar sus errores, es importante conocerlo y entender qué proceso pasa en su cabeza. ¿Qué lo frustra? ¿Qué necesita de mí? ¿Qué lo lleva a esa conducta? ¿Qué hago yo que alimenta esa conducta? ¿Qué podría hacer distinto? Existen miles de respuestas, sin embargo, la correcta solo podemos encontrarla en ellos.

Las exigencias del mundo de hoy parecieran pedirnos hijos felices y sin problemas, y eso debiese ocurrir rápido, todos los días y muchas veces sin tregua. Se nos olvida mirar el sufrimiento y el error como parte necesaria del crecimiento y el aprendizaje que necesitamos como seres humanos. Hay cosas que no son para solucionarlas o arreglarlas, sino para vivirlas despacio, abrazados y sintiendo. Creciendo en el proceso.

El desafío es poder darnos el espacio para detenernos mucho más en sus emociones, en su ser persona y poder así estar atentos a lo que necesitan. Porque también necesitamos cuestionarnos y descubrirnos a nosotros como padres. "Los niños son maestros que vienen a enseñarnos con sus acciones y emociones, son una guía para nuestro despertar" (Anónimo).

La receta perfecta no existe. Uno podrá encontrar en las distintas teorías, consejos o lecturas los ingredientes que podríamos usar, pero al final nosotros como padres decidimos cuáles serán los correctos conociendo sus gustos y maneras de ser. Ni en la vida ni en la crianza existen absolutos, porque los absolutos son propios de lugares comunes y cada uno de nosotros está lejos de ser un lugar común. Cada uno de nosotros construye su propia realidad desde sus propias vivencias y mirada y nuestros hijos no se alejan de esto. Más que buscar respuestas sobre la crianza afuera, busquémoslas dentro. En ellos.

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