Cuerpos de baile

baile
Carola Cussen y Joan Gubbins: Vestidos, Lineatre, $75.900 c/u.

¿Por qué bailamos? Hay quienes lo hacen por una necesidad de contención más que de movimiento ya que el baile -o cualquier expresión artística- permite alinear las emociones con el cuerpo quitándole protagonismo al pensamiento y permitiéndonos entrar en un estado mucho más íntegro. También es una poderosa herramienta de comunicación, que en estas semanas de estallido social, ha sido utilizada en el espacio público como una forma más de manifestacion política. Sea cual sea la razón por la que nos conectamos con el baile, quienes están cerca de esta disciplina coinciden en que bailar los libera y los acerca a la felicidad.




"Porque me salva", "porque dejo de pensar", "porque bailar me libera", "porque si no lo hago exploto", "como un acto de revolución", "porque el movimiento es vida", "porque me hace feliz". Todas estas son frases que aparecieron en un mural que el estudio de danza Urban Body Work levantó en mayo de este año para conmemorar el mes de la danza tras hacer la pregunta ¿por qué bailamos?. "Fue un experimento, porque nos empezó a pasar que la gente venía a nuestros talleres por una necesidad de contención más que de movimiento, y quisimos saber qué había detrás", dice su dueña e instructora de pole dance, Estefanía Alexandra.

El psiquiatra Alberto Larraín, quien se ha dedicado a investigar cómo influye la cultura en la salud mental de las personas, explica que "los chilenos hace rato empezamos a vivir escindidamente. Funcionamos con la mente por un lado y con el cuerpo y las emociones por otro. Lo que logra la danza -o cualquier expresión artística- es alinear las emociones con el cuerpo quitándole protagonismo al pensamiento y permitiéndonos entrar en un estado mucho más íntegro".

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Alejandro Castro: Polera, Leidiro, $61.990 / Rafaela Romo: Top, Intime, $7.990 / Joan Gubbins: Top, iO, $9.990.[/caption]

Precisamente eso es lo que siente Alejandro Castro (18) cada vez que baila. Comenzó con un taller en el colegio sin muchas pretensiones, pero en el primer ensayo descubrió que la danza le provocaba algo que no podía definir, pero que lo hacía sentir bien. "El baile es algo que me alivia y al mismo tiempo me libera. Cuando estoy triste o enojado necesito bailar. Y es paradójico, porque cuando no me sale un paso y me frustro por eso, la única forma de quitarme esa frustración es bailando", dice. Bailar también le permitió conocer su cuerpo. "Y aprendí a amarlo, que es algo que antes no me pasaba. Creo que la falta de consciencia corporal a veces está relacionada con trancas que no sabemos sacar. Por eso la danza es una manera de encontrarse con uno mismo y así aprender a amarse tal cual somos".

A Cris Sáez (30) le ocurrió algo similar. "Una amiga me invitó a una clase de pole dance y fui de curioso porque era algo que no conocía. Me gustó mucho, pero no me atreví a practicarlo abiertamente porque vengo de un mundo cuadrado como es la ingeniería, y este baile se asociaba a algo femenino. Escondido me compré un caño y lo puse en mi departamento. Y así empecé a practicar. Como siempre fui muy deportista, al principio hacía más que nada ejercicios de fuerza, pero con el tiempo me solté y apareció la danza. Fue muy natural, algo que me permitía desestresarme y me llevaba a otro tipo de conexión conmigo mismo. Para bailar no es necesario estudiar una técnica perfecta porque se trata mucho más de transmitir una emoción, de sentir la música". Actualmente Cris es instructor de esta técnica y con sus alumnas ha experimentado lo mismo. "El baile es una vía de expresión y también un escape. A veces llegan a la clase cansadas después de un día de trabajo y hacemos algo más lírico o más sensual. Ellas se conectan con eso, entran en el personaje y se olvidan del resto. Es una especie de terapia".

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Alejandro Castro: Patas, Qüina, $30.000 / Rafaela Romo: Sostén, Flores, $7.990. Top, Monarch, $8.490. Short, Tricot, $$9.990.[/caption]

Expresión social y política

Así como la danza provoca sensaciones en quienes la practican, el cuerpo y su movimiento son una poderosa herramienta de comunicación. "Muchas veces ocurre que el intelecto se queda corto cuando intentamos manifestar una emoción. En esos casos el rol del arte es preponderante, porque tiene un lenguaje que va más allá de lo explícito", advierte el psiquiatra.

Es lo que hemos visto en estas semanas de estallido social, en las que diversas expresiones artísticas se han tomado el espacio público y están siendo realizadas en contextos urbanos y en manifestaciones políticas. Esto no es nuevo: desde fines de los años noventa las manifestaciones políticas han adquirido nuevas dinámicas organizativas, así como también nuevas prácticas de protesta incorporando elementos como la danza y la música.

La estudiante de danza Rafaela Romo (15) reconoce que para ella la danza es una buena manera de expresar el descontento. "Creo que puede ser un mensaje más potente que hacer destrozos o tocar una cacerola. He estado en marchas y he visto cómo personas se emocionan al ver a otras bailar", cuenta. En eso coincide la estudiante de periodismo y bailarina aficionada Joan Gubbins (23). "Con mi grupo de baile nos hemos juntado en Plaza Ñuñoa a dar clases abiertas. Algunos se suman y otros solo se quedan mirando, pero es raro que alguien quede indiferente. Es un buen espacio para que la gente, que especialmente ahora tiene tantos sentimientos encontrados, se sienta parte de algo alegre por un rato".

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Carola Cussen: Body, Intime, $21.990.[/caption]

Y también se trata de reivindicar una disciplina. Así lo ve la bailaora de flamenco y codirectora de La Academia, Carola Cussen (43). "Estudié danza en Cuba, donde se le da un valor muy importante al bailarín en la sociedad. La danza está en un primer nivel porque fue parte de la revolución. Acá, en cambio, cuando uno dice que eres bailarina inmediatamente te preguntan qué más haces para vivir. No se ve como una profesión, lo que demuestra que no hay una valoración. Para mí el flamenco es mi propia revolución. Porque es un acto político poder dedicarme a la danza, poder decir que es una profesión. Soy una convencida de que el arte puede cambiar el mundo, humaniza y mientras más nos expongamos a él más sana va a estar nuestra sociedad".

Hay una tradición de las artes de ponerse al servicio de los grupos que históricamente han sido relegados. "Muchos encuentran en ciertos bailes un espacio seguro en el que expresarse. Es el caso de ciertas danzas urbanas como el vogue o el twerk. El primero, proveniente de la comunidad LGTBI Q+, nació en los años ochenta cuando los trans marginales se juntaban en fiestas en las que podían vestirse de mujer y bailar sin miedo de ser violentadas. El twerk, por su parte, tiene mucha relación con el feminismo. Es un baile en el que las mujeres mueven las nalgas deliberadamente. Si bien para algunos puede resultar burdo, justamente la idea es reivindicar el cuerpo femenino diciendo que no es un objeto sexual y que cada una puede moverlo o mostrarlo sin ser cosificado", explica Estefanía Alexandra. En su academia cada vez son más las que se suman a este tipo de bailes.

Joan complementa: "Estamos en un momento social en el que nos estamos liberando de todo. Cada vez nos empieza a importar menos lo que el otro piensa de uno, y queremos demostrar lo que pensamos y lo que sentimos. Y en eso el baile ayuda mucho, porque en ese momento somos todos iguales. Solo cuerpos moviéndose y expresando sentimientos. Por eso me encanta bailar".

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Joan Gubbins: Top, Leidiro, $89.900. Body, Mohicano, $15.990.[/caption]

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Estefanía Alexandra: Bralette, Intime, $7.990. Patas, Monarch, $9.990.[/caption]

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Carola Cussen y Joan Gubbins: Vestidos, Lineatre, $75.900 c/u.[/caption]

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Cris Sáez: Short, Nike, $32.990.[/caption]

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