El futuro de la moda ya llegó

No es ciencia ficción. Ya existe la tecnología para hacer en casa, con el computador, un vestido y unos zapatos personalizados, imprimirlos en una impresora 3D y ponérselos de inmediato. Sin tijeras, sin agujas, ni máquina de coser, y en un tiempo menor de lo que tomaría ir a comprarlos al mall. Es la revolución 3D que está cambiando la forma de hacer ropa y la industria de la moda.




Paula 1182. Especial Moda, sábado 12 de septiembre de 2015.

"En unos pocos años más ya no será necesario llevar ropa o una gran maleta cuando vayas de viaje. Porque en los hoteles existirá el servicio para imprimir en tercera dimensión las prendas que los pasajeros necesiten. Así de fácil. Y al instante". El relato es de Danit Peleg (27), diseñadora israelí y una de las pioneras en el uso del 3D en la confección de prendas de ropa. Usando cuatro impresoras 3D que tiene instaladas en su casa, en julio pasado lanzó una colección de vestuario de cinco looks, para su proyecto de título de Diseño de Moda en la Universidad de Shenkar, en Ramat Gan; looks que confeccionó usando exclusivamente la tecnología 3D en vez de bosquejos, telas y máquinas de coser.

No fue fácil. Peleg necesitó probar e investigar durante 9 meses hasta llegar al material que congeniara con las impresoras 3D –patrocinadas por el estudio de impresión 3D israelí TechFactoryPlus– para dar vida a una prenda de vestir. Lo primero fue modelar en su computador, usando el software de diseño 3D llamado Blender, textiles volumétricos, con encajes en formas geométricas, que simulaban ser paños de tela, listos para ensamblar después a mano. Estos datos gráficos fueron captados, vía wi-fi, por una impresora modelo Witbox de la marca española BQ, la que en vez de tinta tiene un cartridge de filamento de plástico PLA que se derrite al contacto con el cabezal y forma una decena de paños con volumen. Peleg unió esos paños hasta crear una chaqueta roja: su primera pieza. Pero el material no funcionó: era quebradizo, poco flexible, incómodo y lejano a lo que sería una prenda "usable".

Siguió investigando hasta que encontró lo que buscaba: un filamento de plástico flexible, fuerte y con movimiento, llamado Filalex. Imprimió así, capa por capa, más de 200 hojas textiles, en cuatro colores: rojo, celeste, blanco y negro. ¿El resultado? Tres vestidos, una chaqueta, dos crop tops y dos polleras. Además, con el mismo material imprimió de una sola vez, cinco pares de zapatos rojos, de punta, plataforma y tacos, listos para usar.

La pasantía que hizo Peleg en la firma threeASFOUR, en Nueva York, le dio algunas luces de lo que sería esta colección: "Allí confeccioné dos vestidos en 3D, pero con impresoras industriales y un plástico muy duro. Yo quise hacer mi línea con materiales flexibles, cómodos de usar y trabajada 100% en casa", cuenta la diseñadora israelí, quien actualmente investiga nuevos materiales para crear prendas en tercera dimensión, como mezclilla, lana, lino, entre otros.

En una impresora modelo Cube, de la marca norteamericana 3DSystems, se confeccionó un mini me de plástico PLA, tras escanear en 3D la parte superior del cuerpo de una de las diseñadoras de revista Paula.

La tecnología 3D fue creada hace 30 años por el norteamericano Chuck Hull, mas en ese entonces no tuvo mayor éxito: eran máquinas inasequibles, lentas y muy caras. Hoy las cosas han cambiado: la tecnología 3D que está disponible es más fácil de usar, más rápida y en formato escritorio. Actualmente, ya se venden en el retail y en Chile llegaron bajo la marca norteamericana 3DSystems. Funcionan solo con filamento plástico y los precios van de uno a cinco millones de pesos. Además, las formas en que estas impresoras de escritorio captan la información 3D –que corresponde a todas las aristas de un objeto: alto, ancho y profundidad– también han evolucionado. Ya no es necesario ser diseñador o especialista en modelado 3D para poder imprimir. Se han creado sitios web como Thingiverse (www.thingiverse.com) o Autodesk (www.autodesk.com) desde donde se pueden descargar archivos gratuitos con modelados listos de tazones y lámparas, e incluso de anteojos, zapatos y vestidos. "Con esto la industria de la moda cambiará por completo. Ya no será necesario ser diseñador para crear. En unos años más serán muchos quienes tengan una máquina 3D en casa y ya estará la tecnología para imprimir prendas de algodón, poliéster y miles de otros materiales de producción textil. Bastará con descargar los datos del diseño para tener la pieza en nuestro escritorio", explica Peleg. Una realidad no tan alejada de lo que sucede en la actualidad.

Además de la impresora 3DSystems, que se encuentra en Chile, pero que solo imprime en plástico, en Estados Unidos se están probando otras variantes. Una de ellas es Electroloom, que fue confeccionada por tres ingenieros de San Francisco, y que es capaz de imprimir minifaldas y poleras de algodón de una sola vez. Esta impresora usa algodón en forma de líquido y lo convierte en un tejido sólido, sin costuras, que se crea a través de miles de nanofibras, capaces de flexibilizar la pieza, otorgándole caída y movimiento. "La idea es formar piezas enteras, que sean personalizadas y se ajusten al cuerpo, sin necesidad de corte ni confección", afirma el ingeniero Joseph While, uno de los dueños de Electroloom. La llegada de esta tecnología al mundo de la moda entrega la capacidad de personalizar piezas y confeccionar ropa en cualquier parte. "Ahora podemos 'transportar' objetos en formato digital, enviarlos e imprimirlos en lugares remotos", explica René Perea, director del Laboratorio de Modelos Digitales del Campus Creativo, de la Universidad Andrés Bello.

De esta forma, las impresoras 3D se vuelven parte de la llamada Revolución Maker, concepto creado por el escritor británico-estadounidense Chris Anderson, autor de The New Industrial Revolution (2012), que consiste en aprovechar la combinación de internet con las últimas tecnologías de manufacturación, para crear productos más avanzados, precisos y personalizados, desde la comodidad del hogar. Cada uno de los consumidores se convertirá al mismo tiempo en productor. Un concepto que el mismo autor testifica como la Tercera Revolución Industrial.

"Con esto la industria de la moda cambiará por completo. Ya no será necesario ser diseñador para crear. En pocos años más serán muchas las personas que tengan una impresora 3D en casa y ya estará la tecnología para imprimir prendas de algodón y poliéster", explica la diseñadora israelí Danit Peleg.

CHANEL EN 3D

El origen de la tendencia en las colecciones de alta costura es responsabilidad de la diseñadora holandesa Iris van Herpen (31), el miembro más joven de la Cámara de Alta Costura parisina, quien en 2011 decidió explorar la confección en tercera dimensión. Se coronó así como la primera diseñadora de lujo que introdujo esta tecnología en la moda. En sus más recientes colecciones, de otoño y primavera 2015 presentó, en el marco de la Semana de la Moda de París, vestidos y polleras volumétricas sin ni una sola costura, hechas en impresoras 3D.

En esta misma dirección apuntó, en su más reciente pasarela, la marca de lujo Chanel, liderada por Karl Lagerfeld (81). Presentó diez prendas confeccionadas en impresoras 3D en su colección otoño-invierno 2015/16, mostrada en julio pasado, en la Semana de la Moda de París. Esas 800 horas de trabajo a mano que puede requerir el bordado de una prenda de la firma fueron complementadas con esta nueva tecnología. "Lo que hace vivir a la alta costura es estar en su época. Si se queda como una bella durmiente, en una torre de marfil, olvídense", advirtió el director creativo al canal de televisión francés AFP.

Con un filamento de plástico, como una fina y rígida rejilla, Chanel construyó hojas textiles en 3D, que diseñadores ensamblaron para crear vestidos y estructuradas chaquetas amplias, con corte trapecio. Detalles como pedrería y hombreras fueron hechos de una sola vez, listos para usar. Incluyó, además, una nueva versión 3D del icónico traje de tweed de Chanel, diseñado por Coco Chanel en 1924. "Esta técnica solo posibilitará más oportunidades de diseños y texturas. Así se ampliará la alta costura", añadió Lagerfeld. "Las nuevas ideas para crear a través de una impresora 3D promueven un diseño colaborativo, donde los diseñadores puedan subir a la web sus diseños en tercera dimensión abiertamente para que puedan ser usados por otras personas a precios razonables", cuenta la diseñadora y docente de la Escuela de Diseño de la Universidad Católica Camila Ríos.

Las impresoras 3D facilitan el trabajo textil: permiten hacer moldes y prototipos de manera simple y rápida. Sin embargo, estos adelantos tecnológicos no deben ser interpretados como el fin del trabajo manual en el diseño de moda. "Ningún proceso de trabajo está sobre el otro, ni tampoco uno cubrirá las mismas necesidades del otro. La artesanía seguirá teniendo la misma gran valoración de hoy, pero con una gran ayuda de esta tecnología 3D", afirma Ríos.

Parte de uno de los vestidos de la colección de vestuario en 3D, de la israelí Danit Peleg. Pieza confeccionada con Filaflex, un plástico fuerte, flexible y cómodo de usar.

CHILE TRIDIMENSIONAL

"La revolución 3D en Chile está en una etapa de investigación, pero eso prontamente cambiará. Nos interesa enseñar el proceso creativo y que la gente aprenda a usar las máquinas 3D que, dentro de tres años, serán accesibles a todos", dice la diseñadora industrial de la Universidad Diego Portales Carla Roasenda (35), quien abrió hace un año, junto a su socio Rodrigo Zúñiga, el laboratorio de fabricación digital Fabrícame, emplazado en el Centro Cultural Palacio La Moneda. Allí, los visitantes pueden imprimir lo que se les ocurra en 3D. Un producto de plástico personalizado, de 15 a 25 cm³, listo para usar, como una carcasa de celular o una pulsera. "Con las impresoras 3D, a partir de la nada se puede crear un objeto y ese es el cambio de paradigma: una adición de material, sin generar residuos. Algo muy diferente a lo que sucede hoy, donde el material es cortado o retirado y se desperdicia", afirma Roasenda.

Otro laboratorio de fabricación digital es Fablab Santiago que, dentro de otras cosas, estudia cómo el diseño de moda nacional puede integrar esta tecnología. El arquitecto Tomás Vivanco, quien forma parte de este proyecto y además es docente de la Escuela de Diseño UC, afirma: "fabricar vestuario será un proceso más lento que el de los objetos, porque aún no llegan a Chile materiales cómodos y resistentes ni impresoras adecuadas. Pero esta tecnología traerá muchos beneficios a nivel local: cualquiera podrá diseñar sus propias prendas a un precio bajo y sin necesidad de intermediarios. Se acercará la brecha entre producción y consumidor".

Traje Chanel modelado en 3D, confeccionado sin costuras. En su última colección, Chanel incluyó 10 piezas confeccionadas en impresoras 3D, entre ellas vestidos y estructuradas chaquetas amplias, con corte trapecio.

BIKINIS IMPRESOS

Bikinis, zapatos, collares y llaveros son algunos de los productos que están a la venta en la primera tienda de moda online con piezas confeccionadas en 3D: Continuum Fashion. La web con sede en Brooklyn, creada y operada por la diseñadora norteamericana Mary Huang, es pionera en la creación de softwares de diseños de moda. Además, los clientes pueden especificar allí sus medidas corporales e integrar detalles personalizados a sus prendas. Todo es impreso en nylon. "La moda debe experimentar la forma en que vivimos la era digital. El trabajo humano quedará obsoleto y tenemos que trabajar conscientes de ello", explica Huang. www.continuumfashion.com

JOYERÍA EN 3D

Las orfebres chilenas María de los Ángeles Ugarte y Amelia Valdés jamás se imaginaron poder hacer joyas en menos de siete horas, sin soldaduras y con detalles imposibles de crear a mano, como ubicar una pieza dentro de otra y llegar a rincones donde ni una herramienta es capaz de llegar. Algo que hoy ya es posible gracias a una impresora norteamericana especializada en confeccionar joyas en 3D, comprada hace dos años por María de los Ángeles en Canadá. Treinta y seis mil dólares –un poco más de veinticinco millones de pesos– fue el costo de esta máquina que hoy usan bajo para su marca Joya Mía, creando más del 50% de sus pedidos en ella. Anillos, colgantes y pulseras, y muchas joyas a la medida, especialmente anillos de compromiso, que antes demoraban dos semanas en estar listos, hoy se hacen en un día.

¿Cómo trabaja esta impresora? Con la técnica de la cera perdida. Con una resolución única, en capas de 0,025 milímetros, crea un molde de cera, que tras ser retirado de la impresora, se le inyecta un metal fundido como oro blanco, oro amarillo, plata, platino, piedras preciosas y brillantes. "Los artesanos pueden ver esta tecnología como una amenaza, dada su rapidez, precisión y capacidad formal de los procesos de impresión 3D, pero es también una gran oportunidad de crecimiento. Estas tecnologías son complementarias con el quehacer de los orfebres y costureros, y en un corto plazo estarán incorporadas en sus técnicas de trabajo", dice René Perea, director de laboratorios digitales del Campus Creativo, de la Universidad Andrés Bello.

"Con las impresoras 3D, a partir de la nada se puede crear un objeto, y ese es el cambio de paradigma: una adición de material, sin generar residuos. Algo muy diferente a lo que sucede hoy, donde el material es cortado o retirado y se desperdicia", afirma la diseñadora, titulada de la Universidad Diego Portales, Carla Roasenda.

PARA VER Y LEER

Un documental: una hora y cuarenta minutos se necesitan para entender la revolución 3D y las consecuencias que traerá al mercado mundial. El documental de Netflix Print The Legend (2014), dirigido por Luis López y J. Clay Tweel, relata cómo se crearon las primeras impresoras 3D de escritorio y entrega una mirada cruda y real de los desafíos que tendrá la llegada masiva de esta tecnología, tanto para las grandes marcas como para la vida cotidiana de cada persona.

Dos reportajes: la forma de consumir está cambiando. Así lo afirman reportajes de diarios y revistas prestigiosas a nivel mundial como Will 3-D Printers Change the World? (The New York Times, agosto 2014) y Rising from the ooze (The Economist, marzo 2015) donde se asegura que, con la llegada de las impresoras 3D, el consumidor se transformará en prosumidor, es decir, consumidor y productor a la vez.

Versión 3D del icónico traje de tweed de Chanel.

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