La pasión según Brantmayer

Hace poco el Museo Nacional de Bellas Artes compró parte de la obra del fotógrafo chileno Jorge Brantmayer, quien, además, pronto exhibirá en el Art Museum of the Americas, en Washington. Pero, paralelo a sus constantes muestras, el artista siempre está tomando fotos para su archivo personal. Uno de los temas que más registra son las parejas. "Cuando reviso esas imágenes pienso que la pasión amorosa es mucho más sufriente que feliz", dice.




Paula 1166. Sábado 31 de enero de 2015.

Hace poco el Museo Nacional de Bellas Artes compró parte de la obra del fotógrafo chileno Jorge Brantmayer, quien, además, pronto exhibirá en el Art Museum of the Americas, en Washington. Pero, paralelo a sus constantes muestras, el artista siempre está tomando fotos para su archivo personal. Uno de los temas que más registra son las parejas. "Cuando reviso esas imágenes pienso que la pasión amorosa es mucho más sufriente que feliz", dice.

Las imágenes de Jorge Brantmayer –generalmente retratos, escenas o paisajes donde la presencia humana adquiere protagonismo– tienen el rigor técnico y la calidad estética de alguien curtido en el oficio. Pero, más allá de lo puramente visual, son fotos que sugieren un relato cuya tensión dramática se ubica entre lo social y lo sicológico, lo político y lo biográfico, la ironía y el sentimentalismo, la crítica y la complicidad.

El fotógrafo Jorge Brantmayer suele capturar imágenes de parejas en distintas ciudades del mundo, valiéndose de disparos rápidos e instantáneos para no ser advertido.

Junto con ocupar una destacada posición en el ámbito de la fotografía publicitaria, Brantmayer ha logrado validarse en el circuito artístico como uno de los fotógrafos chilenos más potentes: tiene un ritmo fuerte de muestras en espacios chilenos e internacionales, envíos a eventos como PhotoEspaña (el festival de fotografía más importante del mundo), cuatro premios Altazor y su obra la adquieren diversos coleccionistas. Entre sus proyectos más significativos figuran Cautivas, realizado entre 2004 y 2007, y Muchedumbre, que se inició en 2000 y sigue en curso. El primero –que hoy es parte de la colección permanente del Museo Nacional de Bellas Artes– es una serie de retratos crudos y frontales realizados a reclusas del Centro Penitenciario Femenino. El segundo, un inventario que registra más de mil rostros de chilenos, que se ha mostrado en Francia, en el GAM de Santiago y que el próximo año se exhibirá en el Art Museum of the Americas, en Washington.

Los amantes se encuentran al fin del día en la rivera del Sena, en París.

compras, vestida con una falda de señora. Es evidente que la mujer se encontró en un lugar solitario con su amante", señala.

Pero él no solo trabaja para proyectos específicos de exhibiciones y libros: hacer fotografía es una forma de habitar y mirar el mundo. Por eso siempre anda con su cámara y va acumulando imágenes que deja guardadas para revisarlas en cualquier momento. Con el tiempo, se ha dado cuenta de que los motivos se repiten y uno de sus temas habituales son las parejas que están en situaciones íntimas en medio de la calle o de espacios públicos, las que ha capturado en distintas ciudades del mundo, valiéndose de disparos rápidos e instantáneos para no ser advertido. Esas escenas estimulan, particularmente, su imaginación narrativa. "Me gusta cuando siento que la situación está en un cierto límite. Me interesa la tensión que percibo en esas parejas que, aunque estén en medio de la calle, sostienen una especie de clandestinidad que las envuelve y las abstrae del entorno que las rodea. Muchas veces tengo la certeza de que son amantes y que están allí porque no tienen otro lugar donde encontrarse. La intensidad de sus gestos me hace pensar que la pasión amorosa es mucho más sufriente que feliz. Hay una especie de destino inexorable, como si en ese abrazo fugaz se jugara la amenaza inminente de perder al ser amado".

A la salida del metro en La Rambla, Barcelona. Una de las fotos preferidas del autor.

"Me interesa la tensión que percibo en esas parejas que, aunque estén en medio de la calle, sostienen una especie de clandestinidad que las envuelve y las abstrae del entorno que las rodea", sostiene Brantmayer.

El carácter de la foto instantánea, que captura, congela y atesora un momento efímero, se vincula a la clásica fotografía de autor, que sigue siendo un referente canónico en la práctica contemporánea. Autores como Sergio Larraín, Cartier-Bresson o Robert Frank, por nombrar a algunos, ilustran elocuentemente esta actitud. Pero, cuando se trata de atrapar una escena íntima, el fotógrafo no solo actúa como un cazador rápido del instante, sino también como un voyeur. Esta figura, muy bien ilustrada en películas como Blow Up (1966), presenta al fotógrafo como el espía sensible y atento a situaciones que oscilan entre el erotismo y la prohibición. "Me ubico a suficiente distancia para no ser demasiado invasivo", dice. "Disparo la cámara y ya está la foto hecha. No puedo demorarme mucho. Reconozco que es incorrecto andar inmiscuyéndose en la intimidad de la gente. Debo confesar que eso me da un poco de vergüenza, pero la atracción que me producen esas situaciones y lo que transmite la instantánea justifica el atrevimiento".

Pareja en el mirador del cerro Concepción, en Valparaíso. Al fondo se aprecia el cementerio y el cerro Cárcel.

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