"El trabajo detrás de la baldosa lo hace una persona y no una máquina. Por eso cuando el amarillo queda en el lugar del azul a mí en lo personal me parece bonito", Mirna Suárez

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Hay un desafío importante desde el punto de vista técnico, sin duda. Pero para Mirna una de las dificultades más grandes fue incorporarse a un mundo que estaba dominado por hombres. "Trabajar con maestros artesanos siendo mujer es difícil. Tienes que validarte y para eso tienes que conocer el proceso a la perfección", comenta. "Ellos estaban acostumbrados a tener jefes hombres y a que el trato fuera siempre muy rudo y tosco", recuerda. Fue así como Mirna entendió que para poder mejorar el producto que estaban entregando tenía que conocer a la perfección el proceso de producción de las baldosas. "He tenido que aprender todos los oficios porque para poder hacer un buen control de calidad y mejorar el producto teníamos que saber de qué les estábamos hablando, qué les estamos pidiendo y si realmente se puede hacer o no", explica. Los clientes se fueron poniendo cada vez más exigentes y cada vez le pedían más a las baldosas: que la baldosa salga sin problemas de diseño, sin problemas en la superficie y con los colores que han pedido. "Muchas veces esos errores siguen ocurriendo porque al fin y al cabo el trabajo detrás de la baldosa lo hace una persona y no una máquina. Por eso cuando el amarillo queda en el lugar del azul a mí en lo personal me parece bonito", comenta. "En los pisos de mi casa lo he dejado así, con los colores al revés. Y es que eso me recuerda que es un trabajo hecho a mano".

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