El falso prestigio del estrés

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El diablo se viste a la moda es una de esas películas que se convirtió en referente no solo para las fanáticas de la moda, sino que para cualquier mujer que ha tenido que aceptar un empleo que realmente no quería o que ha tenido que lidiar con una jefa híper exigente o compañeras de trabajo complicadas.

Naturalmente, muchas se identificaron con su protagonista, Andy Sachs, la segunda asistente de la implacable editora Miranda Priestly, pero otras también empatizaron con Emily. Al principio villana pero luego aliada de Andy, además de outfits impecables y una actitud mandona, tiene altísimos niveles de estrés. Y si bien la protagonista no comparte su filosofía de vida –y jura solemnemente nunca convertirse en una mujer como ella– finalmente termina cayendo en las garras de un sistema que, poco a poco, parece absorbernos a todas.

Y es que pareciera ser que vivimos en una sociedad que cada día valora más el estar constantemente ocupados y preocupados por lo que tenemos que hacer, sobre todo si se trata de trabajo. Mientras más larga sea nuestra lista de pendientes, más valiosos nos volvemos a los ojos del resto y de nosotros mismos. ¿Hemos llegado a un punto en el que valoramos el vivir estresados como algo positivo? ¿Como un sinónimo de que nuestro tiempo está siendo productivo y, por ende, no estamos desperdiciando nuestras vidas en trivialidades?

El estrés, según la Clínica Mayo, es una reacción normal a las demandas del diario vivir que ocurre tanto en un plano físico como psicológico. Se produce porque nuestro cerebro está programado para generar una respuesta ante situaciones de peligro pero, la vida moderna –que cada vez incluye menos situaciones de peligro reales– gatilla esta misma respuesta ante escenarios que no revisten un peligro real, sino que simplemente son percibidos como amenazantes. "El estrés es una sensación o resultado que se produce cuando la persona evalúa su entorno como algo que pareciera ser una amenaza", explica Claudia Zamora, psicóloga de la Universidad de Chile, profesora y coach de la FEN especialista en manejo del estrés. "Pero además hay una percepción de que no me la voy a poder, que los recursos que tengo no me van a alcanzar para afrontar lo que viene y eso pone en peligro mi bienestar".

Dado que es una evaluación propia, se trata de una condición subjetiva. En otras palabras, dos personas sometidas a la misma carga de trabajo o al mismo estímulo pueden vivirlo con distintos niveles de estrés. "El estrés es subjetivo porque es una percepción", confirma Claudia Zamora. "Una persona que trabaja en un call center que recibe 20 llamadas al día puede sentir que eso es algo muy estresante, mientras que otra puede sentir que recibir 20 llamadas al día significa que no lo han llamado suficiente".

Sin embargo, la psicóloga y coach reconoce que aún existen muchos ambientes laborales en los que se exige a los trabajadores maximizar sus esfuerzos y trabajar incluso más allá de lo que humanamente se puede rendir. Y en esos casos, según explica, la gente efectivamente colapsa. "Muchas personas trabajan inmersas en una cultura en la que se lleva al extremo la carga laboral. Y si bien el estrés es una percepción subjetiva, puede tener mucho asidero en lo que el entorno efectivamente está produciendo a nuestro alrededor".

De acuerdo con el estudio Zoom al trabajo, realizado el 2019 por la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez, un 42% de los trabajadores chilenos dice sentir estrés producto del trabajo. Y la tendencia va en aumento. Según la misma organización, el 2018 este porcentaje era considerablemente menor. Solo un 26% declaraba sentir estrés laboral. Si el estrés es una percepción subjetiva, ¿es realmente la vida que se vuelve cada vez más estresante o existe una parte de nosotros que cada vez nos sentimos más propensos a percibirlo todo como tal?

Claudia Zamora explica que más que un halo de prestigio entorno al vivir estresados existe una valoración excesiva del hacer y de la acción en desmedro de la planificación y del pensamiento crítico. "Vivimos en una cultura occidental que privilegia lo que es visible, lo que se ejecuta", explica. La psicóloga organizacional explica que, en una empresa, los trabajadores son evaluados en base a sus acciones y la unidad de medida utilizada son los KPI o key performance indicators, que son las conductas que explicitan que la persona está rindiendo. Por lo tanto, la gente se esfuerza y privilegia el hacer por sobre cualquier otra cosa.

"El momento de parar y pensar, parar y planificar o parar y ver qué es lo más urgente e importante es algo que es mal visto o se percibe como no productivo", agrega la especialista. "Y al revés. Si las personas pasaran más tiempo o incluso un poco de su tiempo pensando por qué van a hacer tal cosa, organizando cuáles son las prioridades, qué es lo más urgente, cuál es el propósito de sus acciones, podrían ejecutar de forma más productiva". Según Zamora este punto es uno de los mitos fundamentales que hay que derribar para deshacernos de la creencia errónea que vivir sobre exigidos y estresados es equivalente a ser personas más productivas.

"De aquí proviene la noción de que cuando decimos 'estoy súper ocupado' o 'estoy súper colapsado', lo que estoy queriendo decir es que estoy siendo súper productivo. Eso realmente es un mito", comenta. "Si la persona está colapsada, lo más probable es que no planificó bien su tiempo o no delegó bien las tareas o no ha tenido las conversaciones que se necesitan para tener más apoyo o más ayuda", aclara.

Pero esto no es un fenómeno exclusivo entre los colaboradores de las empresas, sino que también ocurre en los niveles más altos de las jerarquías. Nadie está inmune al falso prestigio de vivir estresados. "En general a los jefes y a los líderes les cuesta mucho cuando uno les enseña liderazgo entender que hay que dedicarle un tiempo a sentarse a reflexionar", explica Claudia Zamora. "Y cuando lo hacen sienten que están fallando, porque si están sentados planificando, mirando por la ventana, aún cuando estén pensando en algo importante, sienten que es algo mal visto. Como que el jefe está sacando la vuelta. Pero darse ese tiempo no es lo mismo que pasarse la mañana tomando café y conversando o mirando Facebook en la oficina".

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