La soledad de los trabajadores remotos

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El 25 de enero se celebró el año nuevo en China, al otro lado del mundo. Para esa fecha, 300 millones de personas teletrabajaban desde sus casas producto de la pandemia de COVID-19, según el reporte oficial de iiMedia sobre trabajo remoto en ese país. Casi un cuarto de la población china trabajaba sin mirarse a los ojos directamente o sin poder darse un abrazo. Pero eso no parecía detener la producción, pues los beneficios del teletrabajo −como la flexibilidad de horarios y la eficiencia de no tener que trasladarse−, eran reconocidos incluso antes de que nos viéramos obligados a estar en cuarentena.

De hecho, Chile figura como segundo país en el ranking mundial de personas con más intenciones de desempeñar sus labores fuera de la oficina, con 74% de trabajadores que desean hacerlo según el estudio Workmonitor 2018 elaborado por la empresa Randstad, después de Grecia y Singapur (75%). Pero hay algo que éste y otros estudios respecto al teletrabajo no contabilizan: el efecto que produce el aislamiento en nuestra salud mental al estar solos frente a un computador día tras día.

"Es un riesgo enorme tomar a la ligera este cambio, que muchas veces se ha pensado será lo ideal para lo laboral en el futuro. Nutrir la mente sólo con nuestra propia compañía es algo que no es tan fácil", explica Daniela Carrasco, psicóloga y máster en psicoanálisis clínico de la UDP. Y el aislamiento asociado al teletrabajo puede ser perjudicial hasta en las circunstancias más favorables.

Ponderar entre los beneficios que entrega el teletrabajo y la soledad que éste implica puede ser difícil, sobre todo en tiempos en los que estamos obligados a hacerlo. En Chile, existen 500.000 trabajadores que trabajaban desde sus casas incluso antes de la alerta sanitaria por Covid-19 según el estudio Teletrabajo en América Latina 2018, elaborado por 5g Americas. Además, el teletrabajo es una tendencia que va en aumento desde el 18 de octubre del año pasado, donde un sondeo realizado por Randstad a 440 compañías mostró que el 48% había comenzado a implementar el home office por las circunstancias que enfrentaba el país.

La soledad no es lo nuestro

Todo indica que esta nueva forma de trabajo se está instalando en nuestras vidas y con ella periodos más prolongados de soledad. Pero según explica la psicóloga Daniela Carrasco, estar solos no se ajusta necesariamente a lo que nos caracteriza como raza humana. "Somos el resultado de construirnos en base a la vida con un otro. Escuchar la voz de alguien que me reconoce y me nombra o ver cómo me mira, valorándome, nos constituye psicológicamente desde el principio de la vida", explica la experta.

En The Lonelinness Experiment, una encuesta realizada por la BBC a 55.000 personas en distintas partes del mundo, los resultados mostraron que el 67% de los consultados se sentían solos. Pero también reveló que el 41% del total pensaba que la soledad podía ser una experiencia positiva, sobre todo cuando se trata de trabajo.

En mirar a otro a los ojos -física y no virtualmente-, podríamos encontrar la solución a la soledad, reconocida como "el gran problema del siglo" según la Asociación Americana de Psicología en su artículo So lonely I could die. La profesora y directora de la Fundación para la Convivencia Digital, Soledad Garcés, explica que las miradas generan conexiones neuronales, igual que el tacto, y estas no se logran a través de una pantalla. A pesar de esto, reconoce que es posible vincularnos de forma digital. "Uno puede obtener ciertos niveles de satisfacción emocional que tienen que ver con cómo te comunicas usando la voz o con cómo estructuras los discursos", explica. "En vez de mirada a mirada, de corazón a corazón".

Así, el desafío de enfrentar la soledad que nos inunda estos días se volverá aún más interesante en el momento en el que volvamos a encontrarnos y a trabajar en comunidad. "El teletrabajo es una experiencia que debe ir en beneficio de verdaderos encuentros y no de conexiones vacías que nos ha dado un individualismo impuesto por el sistema", explica la psicóloga Daniela Carrasco.

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