10 refranes para Paloma

Aparece todos los días en las pantallas como Isadora, la antagonista de La Quintrala en La Doña, de CHV. A sus 28 años, Paloma Moreno ya está instalada como una actriz de talento. Este semestre se la verá en la película No, de Pablo Larraín, y en una obra de teatro dirigida por Alfredo Castro. Aquí, despliega su pensamiento.




1. No por mucho madrugar amanece más temprano:

Por un lado, la insistencia y perseverancia para lograr un objetivo pueden generar un logro, pero por otro lado puede conducir a una verdadera sicosis. Hay mucha gente que trabaja y trabaja y, quizás, termina en el mismo lugar donde empezó, lo que me parece una injusticia enorme, pero creo que hay que tener fe en que si uno persevera le va a ir bien. Eso sí, que la insistencia tenga un final noble, que el objetivo tenga sentido, que no sea un capricho, porque ahí sí que se puede transformar en algo sicótico.

2. Cuando se cierra una puerta siempre se abre una ventana:

Hay gente a la que se le cierran todas las puertas en la vida y lo pasa pésimo desde que nace hasta que muere. Es así de crudo. La vida puede ser una mierda, como también puede ser maravillosa. No creo en eso de que si hoy lo pasaste mal, mañana lo vas a pasar bien. Hay niños que nacen y que quedan huérfanos, a la deriva y los llevan a ser prostitutos infantiles. Hay gente que no tiene oportunidades y eso me parece terrible. Por eso hay que trabajar para que la mayoría de la gente las tenga. Hay gente forrada en billetes, que lo único que hace es enrejar sus casas, poner perros y vivir aterrada, en lugar de bajar el cerco y mirar lo que hay al otro lado para ayudar. Aunque pueda sonar un poco hippy, si hubiera menos gente egoísta –y no solo en términos materiales– estaríamos mucho mejor.

3. Contigo pan y cebolla:

Es una ilusión. Puede aplicarse a un momento inicial de romanticismo absoluto, pero no creo que sea así en toda una relación. El amor es un constante esfuerzo de las dos partes y no hay que relajarse y decir "Nos queremos tanto, que filo…", porque al final es el trabajo mutuo lo que hace el amor. No el pan y cebolla o esa incondicionalidad a ciegas. Jamás he tenido la necesidad de vivir mi vida junto a otra persona porque nunca he soñado con el matrimonio. No tengo una ilusión con respecto a la pareja. Quizás soy demasiado realista pero me parece que la construcción de la pareja es un trabajo que a veces puede resultar –y puede durar años– y otras veces, simplemente, no funciona.

4. El pasto es más verde en la casa del vecino:

No me conecto con querer lo del otro, pero creo que los chilenos sí miramos el pasto de al lado porque somos terriblemente copiones. Si en el extranjero algo tiene éxito, acá se replica lo mismo. Tenemos esa voracidad de la copia súper marcada. No creo que esto pase porque seamos poco originales, sino porque tenemos miedo a hacer algo distinto. Y creo que se debe a nuestra historia, que ha sido muy compleja: una dictadura reciente y castradora en tantos sentidos, sobre todo culturalmente, que empezó a copiar un modelo gringo, que al final nos hizo quedarnos como entre Tongoy y Los Vilos. Por eso, la efervescencia de los estudiantes hoy en día apunta a retomar la vía de la diferencia, de no seguir la corriente, de dar identidad al país y a construir una nueva historia.

5. Ver para creer:

Soy práctica, me gusta tener claridad de las cosas y saber con certeza su curso. No creo en esa fe plena que se deposita en algo divino. No creo ni en el catolicismo, ni en una fuerza suprema que maneje el universo. Estuve en un colegio laico toda mi vida. De hecho, cuando se murió mi mamá (la modelo y miss Chile, Consuelo Fernández), fue lo más cerca que estuve a la Iglesia y por algo que hasta hoy me parece injusto. Eso de que la muerte le pertenezca a la Iglesia Católica no me parece. Por ejemplo, es súper difícil que alguien sea enterrado de otra forma y no estoy de acuerdo con eso de adoptar un rito desde el dolor o desde la pérdida. Tampoco desde el amor, como cuando la gente se casa por la Iglesia sin haber ido nunca a misa en su vida. Lo que no me gusta es que la Iglesia Católica en este país posea y controle los ritos. Por ejemplo, si me muero mañana, para mi familia lo mas lógico sería hacer una misa, enterrarme en un cementerio, donde va a haber una cruz, cuando yo jamás he tenido onda con eso. Es bien curioso cómo uno termina la vida, al contrario de cómo la practicaste. Creo que hay que tratar que los ritos tengan que ver con las personas y no con las instituciones.

6. Aunque la mona se vista de seda mona queda:

Me parece genial que alguien se quiera ver mejor de lo que se siente o de cómo los demás la tildan. Es como el poema La higuera, de Juana de Ibarbourou, que narra sobre una higuera que escucha que le dijeron hermosa y ella se siente así, a pesar de estar rodeada de árboles mucho más lindos. Por eso, no tengo rollos con las cirugías porque cada uno es dueño de hacer lo que quiera con su cuerpo y me parece bien que si alguien se siente mejor con la nariz más chica o con las pechugas más grandes se atreva a cambiarlo.

7. Más vale pájaro en mano que cien volando:

No creo que haya que aferrarse a algo. No creo que tener una sola cosa sea mejor que no tener

nada. A veces es mejor el desierto y descubrir ahí lo que se quiere. Pueden ser todos los pájaros, como también puede ser ninguno.

8. Los extremos nunca son buenos:

A veces hay que adentrarse a la locura y vivir en extremo para aprender. Es bueno tener esa licencia, pero vivir en extremos todo el tiempo es agotador. Se pueden visitar, pero jamás habitar en ellos.

9. Muchos caciques y pocos indios:

Hace pocos días escuché a Jorge González decir una frase que me hizo mucho sentido: "En este país la gente se educa para ser patrón o para ser obrero". Y claro que es cierto que la gente no se educa ni para ser una mejor persona, ni para ser feliz. Mientras uno está para acumular, el otro está para satisfacer las necesidades de ese "patrón", un sistema cíclico que me parece terrible, empezando por la misma palabra "patrón" y lo que significa. Por eso, que hoy en día la gente se reúna, debata, exija y haga saber lo que piensa, da señales de que vamos hacia algo más igualitario. Todo esto da luces que el sistema de los caciques no es tan inquebrantable como se piensa.

10. Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato:

Hay gente que nunca lo supo y que vive negando errores súper tozudamente. Si todos supiéramos dónde nos aprieta el zapato, de todas maneras seríamos mejores personas.

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