Creciendo

A los 16 empezó su carrera en la TV en la serie Amango y siguió con El blog de la Feña, ambos fenómenos juveniles. Hoy tiene 24, ocho años de carrera, tres discos, cuatro series y dos películas a su haber. También 340 mil seguidores en Instagram y una directora creativa que la viste como Frida Kahlo en los eventos sociales. Después de cuatro años lejos de la pantalla chica, regresa. Como una colegiala en la teleserie Matriarcas, de TVN.




Paula 1172. Sábado 25 de abril de 2015.

La gente todavía piensa que tengo 15. No entienden que ya han pasado casi diez años desde que debuté en televisión, en la serie juvenil Amango, de Canal 13. Eso lo atribuyo a que a esta sociedad no le gusta envejecer. Además, me veo más chica de lo que soy, pero no me preocupa: todos me dicen que después lo voy a agradecer.

Estuve cuatro años fuera de la televisión porque necesitaba perfeccionarme en el canto y la música. Pero también porque en la pantalla abierta hay pocas cosas que me llaman la atención o que me parecen un real aporte. La teleserie Matriarcas es distinta, entretenida y los personajes no son tan estereotipados como solemos ver. Por eso acepté.

Me considero más cantante que actriz. Incluso, no me siento muy cómoda diciendo que soy actriz, porque es pasar a llevar a los que lo son de verdad. Hoy trabajo con algunas consagradas como Coca Guazzini, Blanca Lewin, Claudia di Girolamo y Catalina Saavedra. Yo soy una aprendiz y actrices como estas se han convertido en mi escuela.

Escribo y compongo mis canciones. A veces se me da de manera muy natural, y otras tengo que sentarme a esperar la inspiración. Puede ser muy tedioso y demoroso, como cualquier otro trabajo.

Mis fans han ido creciendo conmigo. No es verdad que mis seguidores son todos teen. Obvio que hay de todo, pero la mayoría está entre los 15 y 25 años, personas que me seguían desde que empecé hasta ahora. Ese es mi público y no me interesa desmarcarme.

Me preguntan mucho por qué canto en spanglish. Y la respuesta es muy simple: estudié en el Santiago College, donde el inglés es primordial. Soy una mezcla de distintas corrientes que forman parte de mi identidad.

En el colegio me dijeron que era una mala influencia. Tenía intereses radicalmente distintos a los de mis compañeros, porque me gustaba cantar, actuar y bailar, y yo sentía que no encajaba. Cuando era niña, cada persona que iba a mi casa tenía que quedarse a contemplar una performance que hacía disfrazada. Mi familia siempre supo que me dedicaría a esto.

Mi papá es mi mánager, mi compañero más fiel. Trabajar con él ha sido increíble pero también hemos tenido nuestros roces. Lo importante es que con esto nos hemos aprendido a conocer más profundamente, hemos logrado un nivel de conexión y unión únicos. Soy independiente, pero dedicarse a esto implica mucho trabajo y encontrarse con personas que quieren sacar provecho. No podría hacerlo sin él.

Cambié mi look para comunicar desde la imagen como cantante. Es parte de la búsqueda de mi propia identidad. Me inspira vestirme como Frida Kahlo porque es un personaje que supo expresar de muy buena manera la cultura latinoamericana. Tengo una directora creativa que me asesora y me hace los vestidos y tocados que uso en el pelo.

Nunca me imaginé todo lo que iba pasar cuando entré a Amango, a los 16 años. No pensé que iba a tener el éxito que tuvo. Mi padre me lo advirtió y me preguntó si realmente estaba consciente de lo que podía suceder. No lo estaba, pero él igual me apoyó. Porque era mi sueño.

He aprendido a no juzgarme, porque al principio era muy autocrítica. Empecé muy chica y no tenía las herramientas para enfrentar ese nivel de exigencia laboral: con el grupo de Amango hacíamos seis conciertos en el Caupolicán en un fin de semana. Era mucho trabajo, había mucha presión. Entonces me decía a mí misma: "quiero hacerlo mejor, todavía me falta".

La gente todavía piensa que tengo 15. No entienden que ya han pasado casi diez años desde que debuté en televisión. Eso lo atribuyo a que a esta sociedad no le gusta envejecer.

Soy como un caballo de carrera. Me pongo metas, objetivos. Quiero vivir de la música y ser una gran cantante. Si no lo tuviera tan claro o no me gustara, me dedicaría a otra cosa.

Sé que no tengo la vida normal de una joven de 24 años y me siento muy afortunada de no tenerla. Mis amigas están recién saliendo de la universidad y entrando al mundo laboral y me dicen: "Denise, recién ahora entiendo lo que es trabajar". Yo llevo nueve años trabajando.

Antes de ser conocida trabajaba en los veranos para ayudar a mi familia. Servía helados en el Bravissimo, era garzona en algún restorán o envolvía regalos. Lo hacía en gran parte porque en mi casa no pasábamos un buen momento económico y también porque siempre me gustó mi independencia, pagarme mis cosas, darme mis gustos.

Me gustan las redes sociales porque puedo expresarme y generar lazos con las personas que siguen mi trabajo. No subo fotos para presumir algo, sino para compartir algún mensaje o trasfondo que me parece importante.

Chile es un país machista: si una mujer es linda o sensual, no puede ser talentosa. Desarrollar o explotar mi sensualidad ha sido todo un tema porque en este país hay mucho prejuicio. Se piensa que si uno muestra más de la cuenta, es porque necesita llamar la atención; que si uno se arregla, es para que los hombres te miren.

Que la gente me reconozca es parte de mi vida. Me pasa todos los días, a cada rato. Y me gusta, es muy especial lo que se genera, la gente me entrega un cariño y un amor incondicional. El mayor incentivo para mí es que me digan: "Denise, escuché tu canción y de verdad que influenció mi manera de ver la vida".

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