El despegue

No le gusta que la tilden de rostro ni de famosa. Pero a sus 24 años el súbito ascenso de Daniela Ramírez, actriz de TVN, que destelló en Los archivos del cardenal y ahora en Esperanza, promete para rato.




Desde chica que quería ser actriz. Tenía 14 años cuando leí un aviso en el diario para un casting de teatro infantil. Fui y quedé. Trabajaba los fines de semana, seis funciones al día y tenía mi propio sueldo. Después entré a la Universidad Arcis a estudiar Teatro y apenas salí empecé a hacer ayudantías en la universidad. Estaba decidida a pagar el piso y pasar por la parte dura del teatro. Pero tuve suerte, porque no pasó mucho tiempo cuando fui al casting de Los archivos del cardenal y quedé. Me fascinó el guión. Es un tema muy importante y es bueno que haya generado debate. Siempre es bueno refrescarles la memoria a quienes hacen lo imposible para que se olvide.

Vengo de una familia trabajadora de clase media. Crecí en Maipú hasta los 20 años y, por el trabajo de mi papá, nos cambiamos a Buin hace cuatro años. Mi familia es conservadora, en el sentido de que les gusta el "deber ser", que las cosas funcionen, que los ciclos se cierren bien. Ellos pretenden que uno cumpla el ciclo normal de la vida: colegio, trabajo, casarse, tener hijos, auto, casa… Yo no salí así. Fui madre muy joven y, más encima, estudié Teatro.

Tenía 16 años cuando tuve a mi hijo Martín. Llevaba dos años con mi pololo, yo estaba enamorada y era chica.  Tener a mi hijo ha sido la decisión más importante de mi vida. Yo crecí con él. Sabía que él iba a ser la persona que más me iba a amar en el mundo siempre ¿Qué mejor compañía que esa? Tengo una motivación distinta y quiero cambiar el mundo para él.

Mi hijo se pone celoso cuando me ve en la teleserie. Pero él es un piola, me salió perfecto. Yo soy hiperventilada, muy impulsiva. Él es más observador, más contemplador, me espera, se queda callado, evalúa, es pasivo. Es buen amigo y compañero. Está bien criado el cabro.

No justifico la violencia del movimiento estudiantil, pero la entiendo. Esa violencia es lo que mucha gente vive en sus casas. Y eso pasa por la desigualdad. Para que exista un cuico tiene que existir alguien que sea la mano de obra de ese cuico. Y, lo peor de todo, es que en este país los trabajos no se valoran. Entonces, es obvio el descontento de la gente. Estoy segura de que si el gobierno escuchara un poco más, nada de esto estaría pasando.

En esta pega uno se siente muy inestable. En Chile existe la idea de que las artes tienen que ser gratuitas, pero es un trabajo y no puedes estar apostando a los fondos de la cultura para saber si puedes estar estable en algo o no. Este país es muy funcional. En ese sentido, cuando fue el terremoto y le quitaron fondos al arte, yo dije: "basta", el arte es tan necesario para el mundo como cualquier otra cosa. Lo lamentable es que no es prioridad para los que toman las decisiones.

Aprender a vivir. Eso hace la gente en otros países. Acá sobrevivimos. La gente no tiene ocio. Lo veo con mi papá. Él es un trabajador amante del trabajo. Se queda quieto y le empiezan a picar los dedos. La gente cree que eso es normal y que es eso lo que hay que hacer. No entiendo cómo pueden estar así sin salir a respirar un rato, a darse una vuelta. O mirar cómo se cae una hoja.

Soy vegetariana hace ocho años. Tenía un pololo medio punky que estaba en la volada vegana, con toda la convicción en contra de la matanza de los animales. Yo todavía mantengo esa posición, pero en realidad la razón de ser vegetariana es que puedo vivir sin carne y es mucho mejor, no me enfermo ni nada. En realidad me da asco la carne. Eso sí, soy fanática de los pescados y mariscos.

Soy muy desapegada de los lujos. No me interesan. Mis amigos son todos del teatro y no tienen lujos, pero viven tranquilos, bien. No se cagan de hambre tampoco. Viven en paz con ellos mismos.

Yo no tengo fama. La fama es que no podái andar tranquila en la calle y yo todavía me siento en el piso del metro. La fama significa que la gente sienta que te conoce en la intimidad, ser un ideal, ícono, ídolo, que te sigan. Eso a mí no me pasa.

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