El mundo imaginario de Matías Bize

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Cinco años después de ganar el Goya a la Mejor Película Hispanoamericana 2010 por La vida de los peces, el guionista y director de cine estrena el 27 de agosto la cinta que considera la más lograda y profunda de su carrera: La memoria del agua, que trata sobre la pérdida de un hijo y es protagonizada por Benjamín Vicuña. Aquí, Matías Bize (36) desglosa la génesis y el desarrollo de su proceso creativo.




Paula 1179. Sábado 1 de agosto de 2015.

De dónde nacen las historias

"Para hacer una película hay que hablar desde la verdad. La génesis de mis películas son historias totalmente personales o cercanas a mi vida y a partir de ellas me hago una pregunta. Dos de mis películas –Lo bueno de llorar y La vida de los peces–, nacieron luego de haber terminado una relación. En una me pregunté sobre cómo se termina un pololeo y la raíz de la otra fue imaginar qué pasaría si me encuentro con ella diez años después. Más que buscar abordar la temática de la pareja, trato de instalar una inquietud en el espectador, de situar una pregunta, y le dejo la tarea de encontrar la respuesta para hacerlo sentir, para que le pasen cosas internamente".

Hablar de una pérdida

"¿Qué bomba atómica puede romper a una pareja que se ama? Esa fue la pregunta que me hice en La memoria del agua, mi última película. Tengo una relación estable, una novia con la que llevo cinco años. '¿Qué podría terminar con esa estabilidad?', pensé. Entonces apareció la idea de que la pérdida de un hijo debe ser una de las pruebas más difíciles para una pareja. Más profundo, incluso, que una infidelidad o una traición. Y de eso trata la película: el quiebre no tiene que ver con el amor; son una pareja que no tiene dudas sobre el amor. Pero quedan fracturados cuando el hijo muere. Y esa fractura es la que me interesó indagar".

Un actor que conecta

"Trabajar en esta película con Benjamín Vicuña fue perfecto. Creo que nadie podría haberlo hecho mejor que él. Fui muy afortunado de que se acercara a mí, eso hizo que todo fluyera naturalmente. Había empezado a escribir el guión dos años antes de que a Benjamín le pasara lo de su hija Blanca y, al saber lo de su pérdida, ni siquiera pensé en él como una opción. Por eso, cuando me llamó para ofrecerme colaborar, quedé sorprendido con su valentía. Tuvimos una conversación muy profunda en mi departamento, donde me contó su propia historia. Después de escucharlo no lo dudé: él tenía que ser el protagonista de esta película. Durante las grabaciones no hablamos nunca del tema, pero había una carga especial. Había una magia y luz presente entre el equipo que era innegable. Eso hizo que su actuación fuera tan conectada y profunda".

Mantenerse enfocado

"¿De qué se trata esta historia? Es la pregunta que habita en mi cabeza. Me lo voy preguntando todo el tiempo mientras hago un filme. Y, aunque parezca fácil, es una pregunta difícil. Cada escena tiene que tratarse de eso finalmente, tiene que ir hacia ese objetivo. Porque si me voy con un personaje hacia otro lado, me pierdo fácilmente y eso es algo que pasa todo el tiempo. Pero ya aprendí que siempre volviendo a lo básico, es cuando retomas el hilo. Durante los cinco años que duró la realización de La memoria del agua escuchaba todo el tiempo en mi cabeza: esta es una película de una pareja que pierde un hijo, es la lucha de una pareja por no perderse. Y la pregunta tiene que estar siempre presente mientras escribes, mientras filmas, mientras editas".

El llanto liberador

"En abril pasado terminé la posproducción de la película en el estudio HD Argentina, en Buenos Aires. Después de terminar los créditos y revisar los últimos detalles con el colorista de la película, pusimos la cinta para verla y asegurarnos de que todo estuviera bien. Cuando terminó, me pegué una llorada potente. El tipo me apañó, se emocionó también y terminamos llorando juntos. Fue una situación muy pelacables, pero bonita. Es tremendo terminar algo después de cinco años de trabajo. Han pasado una cantidad de cosas entremedio y tener una película terminada es un momento maravilloso, inexplicable. Llorar, además, es muy liberador".

"Para hacer una película hay que hablar desde la verdad. La génesis de mis películas son historias totalmente personales o cercanas a mi vida".

Música para crear

"Me nutro del fútbol, juego mucho a la pelota, estoy en ligas y juego con mis amigos, todas las semanas. Es mi gran pasatiempo. Me desconecta y me relaja. Quise ser futbolista y a los 12 años me fui a probar a la Católica, me habría encantado ser profesional; tenía talento. Afortunadamente lo abandoné, porque esa carrera sí que es difícil. Pero si se trata de inspiración para escribir, recurro a la música. Mi único hermano, Diego Fontecilla, hermano de madre, ha hecho la música de todas mis películas y para La memoria del agua empezó a trabajarla cuando yo empecé el guión, en 2011. Eso fue único, que la música venga desde el inicio de una cinta es un privilegio para cualquier director. Pude escribir partes del guión con la música original, se la pude poner a los actores en el rodaje para que se empaparan de la emoción. Todo fluye mucho mejor y se vuelve especial, más aún que venga de mi propio hermano".

Calma para trabajar

"No tengo momentos de furia. Es heavy eso, pero de verdad no los tengo. Al menos no exteriormente, quizás por dentro esté quedando la cagada: colon, cáncer y todo eso, no lo sé. Pero nunca pierdo la calma. Creo que siempre se puede exigir desde el cariño, desde la buena onda. Me gusta que todos trabajen entregando su 100% y exijo fuerte, pero nunca he puteado ni he gritado, la verdad, y me ha ido bien así. Me frustra cuando las cosas no resultan como quiero, pero es muy raro que pase eso, porque trato de controlar todas las variables para evitarlo. El grupo humano que uno elige para trabajar es clave, me preocupo muchísimo de que sea un equipo técnico de personas agradables, con los que se pase bien, que sea un trabajo muy exigente, pero agradable a la vez. Se tiene que disfrutar lo que se está haciendo porque si no, habría seguido otra carrera. Así de simple".

No soy depresivo

"Si mis películas son tristes y tienen momentos o finales depres, no tiene que ver con que yo sea depresivo. No soy una persona triste. Pero para mí la ficción de una historia tiene que tener un elemento de tristeza, porque si no, no habría película. A los 21 años tuve una crisis existencial y estaba muy deprimido. Mi mamá no me dio opción y tuve que ir al sicólogo. Por once años me terapié. Fue una de las mejores experiencias que he tenido. Llegué hecho bolsa y salí once años después con un Goya en la mano. Decidí tratarme tanto tiempo para aprender, me pareció que era un deber como persona conocerme, aprender sobre mí y convertirme en alguien más resuelto. Vuelvo a veces, cuando quiero ver algo puntual".

Pasar piola

"Me da pudor presentarme como director de cine, porque el cargo es medio rimbombante. Prefiero decir que hago películas. Siempre me ha gustado pasar piola, la verdad. No tengo tarjetas de presentación, escribo mi mail en una servilleta. Ya me siento legitimado, creo que tengo un buen trabajo que es reconocido en Chile y afuera. Estoy tranquilo y orgulloso con lo que he hecho. Poder vivir del cine que quiero hacer es una suerte gigantesca por eso estoy profundamente agradecido. Trabajo mis películas como espectador y edito como espectador. No tengo cariño por las escenas cuando edito; muchos directores no editan porque no les gusta sacar escenas. Yo corto sin aprensiones, aunque sean escenas que me han costado carísimas, pero que al verlas no funcionan y punto".

"No soy depresivo. No soy una persona triste. Pero para mí la ficción de una historia tiene que tener un elemento de tristeza, porque si no, no habría película".

El pudor

"Soy celoso de mi vida privada. No me gusta mostrar mi casa ni mis cosas. Soy de cuidar lo mío, lo que nadie más ve. Esta es la primera y única vez que hago una entrevista en mi departamento, porque me gusta protegerlo y defenderlo. Tengo twitter, instagram y facebook. Soy usuario de las redes sociales, pero no para poner lo que estoy pensando ni fotos muy personales. Tampoco soy de andar diciendo dónde estoy ni con quién estoy. Siento pudor por mis cosas y me gusta guardarme mis momentos. Las uso más que nada para subir material de mi trabajo y promocionar las películas. Pienso harto qué cosas poner sobre mi vida, me doy un par de vueltas antes de subir algo mío".

Estoy bien aquí

"Para mí no es incómodo hacer cine en Chile. A diferencia de otros cineastas nacionales, no he necesitado irme para poder hacer lo que quiero. Amo viajar, pero también amo volver. Parte del guión de La memoria del agua lo escribí en Berlín, la posproducción la hice en Argentina, tuve que viajar a España por Elena Anaya –la protagonista de la historia– por lo que siempre estoy viajando. Pero aquí están mis amigos, mi familia y la gente con la que quiero trabajar: tenemos grandes actores, increíbles locaciones. Para mí Chile es un escenario ideal".

Los premios

"Me he ganado más de 80 premios y están todos en la casa de mis padres. Vivía con mis papás cuando hice Sábado, mi primera película, a los 24 años, y los primeros premios quedaron ahí. Después, los más de 50 que se ganó la película En la cama los fui dejando allá también. Cuando me llevo por alguna razón la estatuilla del Goya, mi mamá a los dos días me reclama: 'Ya pues Matías, tráela de vuelta'. Es bonito que estén allá, tiene un trasfondo que mis padres los tengan: es como regalarles lo que he logrado. Es como una prueba de que valió la pena subirse a este proyecto, creer en la historia y en mí también".

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