La memoria obstinada de Carmen Hertz

Después de 40 años de espera, el pasado 13 de abril la abogada de Derechos Humanos pudo realizar un rito fúnebre en honor a su primer marido, Carlos Berger, asesinado en 1973 por la Caravana de la Muerte, luego de que fueran identificados sus restos óseos. Carmen, que es abuela y tiene una relación consolidada con una nueva pareja desde hace dos décadas, repasa cuánto de ese pasado, que tanto la movilizó, vive aún en ella.




Paula 1146. Sábado 26 de abril de 2014.

Una de las pocas veces que su único hijo, Germán (41), vio quebrarse a su madre, Carmen Hertz, fue hace seis años, el 1 de junio de 2007, cuando nació Amalia, la menor de sus nietas. La niña nació el mismo día que Carlos Berger, el primer marido de Carmen y padre de Germán, que fue asesinado en 1973. Pero, además, vino al mundo a la misma hora que lo fusilaron: a las seis de la tarde.

Carmen notó esa coincidencia y no supo cómo reaccionar. Estaba tan impactada que abrazó a Germán y ella, que rara vez derrama una lágrima, se largó a llorar. Estaba contenta por la llegada de su nieta, pero no podía evitar pensar que por muchos años esa fecha había sido tan triste.

Carmen, abogada de la Universidad de Chile, tenía 26 años cuando quedó viuda con una guagua de 11 meses –Germán– luego de que su marido Carlos, militante comunista, periodista y entonces director de la radio El Loa, fuera torturado y ejecutado en Calama por la Caravana de La Muerte: la comitiva del Ejército que asesinó a 75 personas entre el 16 y 19 de octubre de 1973 en su paso por distintas ciudades del norte, entre ellas Calama, donde se exterminó a 26 prisioneros políticos.

A partir de ese momento, Carmen se dedicó por completo a exigir justicia y a tratar de encontrar el cuerpo de su marido y el de otros desaparecidos. Entre idas y venidas del exilio trabajó, además, en la Vicaría de la Solidaridad donde interpuso denuncias, querellas y recursos de amparo por otras decenas de causas de Derechos Humanos. En esta misma área siguió trabajando, cuando llegó la democracia en el Ministerio de Relaciones Exteriores y en la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación. Su experticia terminó provocando el primer desafuero y procesamiento del entonces senador vitalicio Augusto Pinochet por el caso Caravana de la Muerte en el año 2000 y, en 2005, que fuera abogada querellante del caso Riggs.

"Carmen ha vivido momentos devastadores pero nunca ha dejado de pelear. Odia sentirse víctima. Cuando algo le parece indignante es una pulga en el oído. ¡Tiene una capacidad de expresión! Lo que diga Carmen hoy le importa a todo el mundo, incluso al Ejército", explica Rosemarie Bornand, una íntima amiga de la abogada que en 2013 fue representada por Aline Kuppenheim en Ecos del desierto, la serie de Andrés Wood que recrea la vida de Carmen y la desaparición de Carlos Berger.

Hoy, Carmen está jubilada y actualmente integra el comité asesor que representará a Chile frente a La Haya en la demanda boliviana. Tiene dos nietas y mantiene una relación hace 24 años con el economista Manuel Riesco, con quien se casó por segunda vez en 2002.

"Mis nietas, especialmente la mayor, se han interesado mucho en conocer la historia de Carlos, su abuelo fusilado, y me han hecho muchas preguntas: ¿fue un solo disparo?, ¿habrá sufrido mucho? ¿cuándo me dijeron que había muerto?, ¿qué sentí?, ¿cómo se lo conté a su padre?".

El 31 de enero pasado, el ministro en visita Leopoldo Llanos la llamó para decirle que los restos de Carlos –que habían sido encontrados en 1990 en una fosa cercana a San Pedro de Atacama y que habían pasado por laboratorios de Bosnia, Austria y Chile– por fin habían sido identificados. Y ella concentró todas sus energías en coordinar los detalles de la ceremonia fúnebre que se llevó a cabo el pasado 13 de abril en el Memorial del Detenido Desaparecido del Cementerio General. Pidió al actor José Secall ser el conductor del acto, a los músicos Javiera y Ángel Parra, Jorge Coulon y Manuel García, que cantaran y a su hijo Germán, que viajó con su familia desde Washington donde reside, que leyera algunas palabras en nombre de la familia. Todo salió al pie de la letra. Pero había un detalle que Carmen no podía manejar y la tenía tan nerviosa, que se llegó a comer las uñas: sus nietas. Porque aún no sabe cómo explicarles a Greta y Amalia, de 12 y 7 años, por qué viajaron desde Estados Unidos a enterrar a un abuelo que lleva 40 años muerto.

¿Qué saben sus nietas de lo que le pasó a Carlos, el abuelo que vinieron a enterrar?

Hace tres años que Greta, la mayor, está extremadamente pendiente de esta historia. Pero en 2013 cuando el colegio le encargó hacer un trabajo sobre la historia de un familiar que haya tenido relación con un hecho político, esto se acentuó mucho más. Me dijo que quería hacerlo sobre Carlos Berger y me entrevistó varias veces por skype. Como tiene rasgos parecidos a mí y es media impertinente, me preguntó mucho, pero mucho.

¿Cuáles eran esas preguntas que le hizo su nieta?

Todo. ¿Cuándo me dijeron que Carlos estaba muerto? ¿Qué sentí cuando lo supe? ¿Cómo fue para su papá? La cosa se puso peor cuando quiso saber cómo lo mataron. Cumplió recién 12 años y preguntó cosas como: ¿fue un solo disparo? ¿Habrá sufrido mucho Carlos? Yo le decía: Greta, no sigas, pero ella insistía: ¿Estás segura que fue solo un disparo? Los niños son curiosos y nunca se conforman con lo que les dices. Recuerdo que Germán me preguntaba por su papá desde chiquitito y yo le mostraba fotos de él para que supiera quién era, pero después ya no le bastaba. Cuando tenía 4 años le tuve que decir que su papá estaba muerto.

¿Cómo se le dice a un hijo a los 4 años que su papá fue fusilado?

Le dije que los militares malos lo habían matado porque defendía a los pobres y con eso se quedó. Fue lo único que le conté. Probablemente si me hubiera dicho que quería hacer un trabajo como el de Greta se lo habría prohibido. Era difícil hablar más, había mucha pena y quería protegerlo de ese dolor para que creciera como un niño normal. Pero mis nietas son descarnadas. Ellas no tienen ese vacío que tiene mi hijo Germán, cuya ausencia del padre es tremenda hasta hoy.

¿La nieta menor, Amalia, también pregunta?

Amalia se conecta de una forma muy especial con Carlos. Pero su acercamiento es distinto al de su hermana. Ella es más sentimental, dice que Carlos está en una estrella y que nos cuida. Pero, además, tiene reacciones súper raras. La Navidad pasada estuve en Washington y después de abrir los regalos, la vi llorando en un rincón. Cuando le pregunté por qué estaba triste me abrazó y me dijo que era por Carlos, que lloraba porque quería que estuviera ahí, que a veces lo veía. Yo me quedé de piedra, no es la única vez que le pasa. Da la casualidad de que Amalia sabe que nació el mismo día que él, lo que para ella es una cosa súper fantástica y única.

¿Y cómo reaccionó al ver a su nieta así?

Me dio una pena horrible pero no la expresé. Me cuesta mucho mostrar mis emociones porque crecí en un hogar conservador donde expresar los sentimientos era mal visto. La rabia y la pena debían controlarse. Así me educaron.

Sus nietas saben bastante para su edad. ¿Qué queda por explicarles?

Lo que significa ser un desaparecido en Chile y todo lo que impidió que pudiéramos sepultar sus restos por 40 años. No puedo decirles que a su abuelo lo enterraron en una fosa clandestina en 1973, que después sus huesos fueron removidos con una retroexcavadora para ser lanzados al mar y que las osamentas que se les cayeron en esa operación son los que en los 90 se encontraron en San Pedro de Atacama. Tampoco es fácil decirles que durante décadas no había peritajes de ADN que permitieran identificar la naturaleza de ese exterminio y que por eso tardamos tanto. Porque es un huesito de su muñeca y un pedazo de falange los restos de Carlos que enterramos. Explicarles todo eso es demasiado brutal.

SARTRE Y BEAUVOIR

Carmen vive en un departamento de Providencia con un poodle negro llamado Cholo, y rodeada de fotografías que narran su propia historia y que están por todas partes: en el living, en el pasillo, en el dormitorio. Muchas son imágenes en blanco y negro en las que aparece Carlos Berger con ella en la playa o con su hijo Germán de cinco meses. En otras, las más actuales, que son a color, está Carmen con sus nietas o el economista Manuel Riesco, el hombre con el que comparte su presente y al que le dice cariñosamente Maño. Lo hace a su manera: aunque se casaron en 2002, viven en casas separadas.

¿Cómo se hace para estar casada pero mantener una relación puertas afuera?

Eso es muy privado. Me da vergüenza entrar en ese terreno.

¡Pero muchas mujeres querrían esa receta!

Cuando te casas siendo mayor y estás acostumbrada a vivir sola es más difícil convivir. Nosotros nos llevamos estupendo con Manuel así. Vivimos separados pero compartimos todo. Cada jueves nos vamos a pasar el fin de semana fuera de Santiago. Tenemos una casa muy bonita con vista al mar en Rocas de San Andrés, y también un departamento en Valparaíso. Nos encanta ver películas. Manuel es muy deportista, no usa celular y se mueve en bicicleta. Y yo era buena para trotar, hasta que me descubrieron una discopatía.

¿O sea que se echan de menos, se visitan mutuamente, pero si quiere estar sola se va a su departamento y punto?

Bueno, como Sartre y Simone de Beauvoir, que se amaban pero vivía cada uno en su propia casa. Eso somos nosotros con Manuel. Una suerte de Sartre y Beauvoir de Providencia. Si no tienes hijos en común, funciona muy bien así.

"No hago Yoga ni Pilates y tampoco prendo velas. Mi terapia ha sido ver a mis amigas de toda la vida y copuchar sobre lo que pasa en el mundo, que es mucho más efectivo que los inciensos. Mi vida afectiva la he vivido como cualquiera. No me siento una mártir".

¿Qué ha significado construir una vida afectiva con Manuel?

Con Manuel compartimos un proyecto de vida muy potente porque tenemos un pasado y una historia común. Van a pensar que soy sectaria pero no podría estar en el plano personal con alguien que vea el mundo distinto a mí. Ambos pasamos la Unidad Popular, la dictadura. Y tanto Carlos como Manuel fueron parte de las Juventudes Comunistas.

¿Manuel y Carlos se conocieron?

Claro. Carlos le hizo una entrevista a Manuel cuando era vicepresidente de la Fech para la Ramona que era la revista juvenil de ese momento y de la que Carlos era el director.

¿Le costó volver a enamorarse después de lo que le pasó?

Por supuesto. Además, el no haber constituido una familia tradicional tiene que haber pesado en mí. Es que se me destruyó un proyecto. Y era tan difícil pensar en volver a tener hijos. Yo era una cabra chica cuando a Carlos lo asesinaron, pero qué sé yo, no lo volví a intentar. Quizá si lo veo con un sicoanalista se deba a temores o sentimientos de lealtad que me impidieron armar una familia con hijos en común.

¿Fue a terapia alguna vez?

Recuerdo que había un grupo de sicólogos y siquiatras que trabajaban en la Vicaría. Pero fue hace mucho tiempo. Hoy todo el mundo se terapea por todo, pero en esa época no. La mejor terapia era hacer las cosas que querías y debías hacer.

¿Y las lágrimas dónde quedaron?

Creo que las transformé en ira. Agarraba a puteadas a los pacos, protestaba y peleaba. Expresaba una violencia tremenda y ellos se quedaban congelados. Nunca permití que me revisaran el bolso en Fiscalía. Una vez me detuvieron y fui procesada por ofensa a las Fuerzas Armadas. Yo era terrible. No me importaba enfrentarme con la CNI aunque estuviera armada hasta los dientes.

Cuando se vio en Ecos del desierto, la serie que está basada en su historia y la de Carlos, ¿se emocionó?

Me emocioné, pero el que estaba desconsolado era Maño que es muy sensible y lloraba a moco tendido. Fue catártico porque, aparte de haber conocido a Carlos, se acordó de su amigo del alma que también fue una de las víctimas de la Caravana de la Muerte: Eugenio Ruiz-Tagle. Mi amiga Carmen Bertoni, que también estaba ese día conmigo viéndola, lloró igual. Terminé consolándolos a los dos.

Sigue siendo una mujer fuerte.

Sí. No he cambiado mucho.

Y cuando envejezca, ¿quién la va a cuidar?

Manuel, de todas maneras. Él me acompaña en todas. Con decirte que mi nieta Greta cuando era chica decía que Carlos era mi esposo y Manuel era mi ayudante.

¿Cómo es como pareja?

Un poco mandona y llevada de mis ideas.

Y si se encuentra con un torturador en la calle, ¿le grita?

Grito solo cuando me violentan pero exijo de forma fuerte y decidida mis derechos. La última vez que le grité a un torturador fue a Krassnoff en el Club Providencia en 2011.

Uno pensaría que después de lo que vivió es imposible rehacer una vida, pero ha sabido reinventarse.

Es que la vida afectiva la he vivido como cualquier persona. Es verdad, con Manuel me casé, pero antes de él también tuve otros compañeros. Particularmente uno con el que trabajábamos en la Vicaría y que fue muy importante en la vida de mi hijo Germán, que es Eugenio Ahumada. El amor siempre está. Yo no me siento una mártir.

"Con Manuel, mi segundo marido, somos como Sartre y Simone de Beauvoir, que se amaban pero vivía cada uno en su propia casa. Si no tienes hijos en común, funciona muy bien vivir así", dice Carmen. En la foto, de novia en 2002.

EL CHILE DE CARMEN

Carmen tiene el cuero duro. Según su hijo Germán, es el costo de haberse dedicado a luchar contra las violaciones a los Derechos Humanos y haberse leído millones de declaraciones de víctimas y expedientes. "Hay que tener una fortaleza especial para tener contacto con esos relatos y convertirte en la abogada de la causa de tu propio marido sin venirte abajo. Ella encapsuló sus emociones. Pero eso no significa que sus dolores hayan desaparecido. Si mi mamá está en pie es porque nunca vivió lo que le pasó de manera personal, ella se siente parte de una tragedia colectiva", dice su hijo.

No cree en Dios. ¿Qué la mantiene tan entera? ¿Prende velitas, hace yoga?

No hago yoga ni pilates y tampoco prendo velas. Mi terapia es ver a mis amigas de toda una vida y copuchar sobre lo que pasa en el mundo que es mucho más efectivo que los inciensos. Ellas son mi familia. El personaje de mi amiga que interpretaba la actriz Cata Saavedra en Ecos del desierto es una mezcla de todas esas mujeres que me han acompañado. Muchas son del tiempo de la Vicaría. La Rosemarie me ayudaba a redactar querellas y la Carmen Bertoni iba conmigo a la Cruz Roja cuando queríamos recuperar el cadáver de Carlos. ¡Hasta el exilio en Buenos Aires lo pasamos juntas! Así nos hemos ido poniendo viejas sin darnos cuenta.

Su hijo dice que el humor le salvó la vida.

Es verdad. Eso viene de mi papá. Se reía de sí mismo y de las tragedias. Tenía un humor negro exquisito.

En 2010 jubiló. ¿Qué edad tiene, Carmen?

Ah, eso no lo voy a decir. Pero pon que estoy en los sixties.

¿Es pretenciosa?

Por supuesto. Como decimos con mis amigas, todas alguna vez fuimos último modelo. Pero a esta edad da un poco lo mismo si eres fea o bonita.

Pero esto de su jubilación es entre comillas, porque es parte del Comité Asesor por la demanda boliviana ante La Haya y, además, tiene más de 19 mil seguidores en twitter.

Sí. Es que las redes sociales son un espacio de comunicación impresionante. Además, estoy escribiendo un libro. Pero tengo otras pasiones también. Me gustan las novelas negras y también el tango, el fado y el flamenco. Aparte de The Beatles, que son de mi época, creo que tengo espiritualidad suficiente con las cosas que hago.

Cuando identificaron a Carlos Berger posteó: "no hay perdón ni olvido". ¿Cómo se vive sin esas dos cosas?

Lo vivo con tranquilidad. Si digo que nunca voy a perdonar es porque estamos en una sociedad moderna y no en una medieval donde si tú no tienes poder, perdonas. Y si lo tienes, castigas. El perdón es un concepto doctrinario de raíz religiosa que no comparto cuando se trata de crímenes de lesa humanidad. A Carlos Berger y a tantos familiares no los mataron por tener los ojos verdes o porque eran pesados. Fue porque se la jugaron por un proyecto, convencidos de que podían construir un país mejor. Por eso tampoco voy a olvidar. Esto tiene que estar inscrito a fuego siempre porque así ha asumido Europa el Holocausto. Hoy, nadie osaría allá pretender decirles a los familiares de las víctimas que por favor se dejen de molestar porque esto ya pasó, porque el genocidio se enseña a los niños en las escuelas y es obligatorio para sus ciudadanos entrar a los campos de concentración nazi. Nosotros en cambio, todavía discutimos si poner dictadura o régimen militar en los textos escolares.

El año pasado, cuando se cumplieron 40 años del Golpe, hubo una explosión de memoria. ¿Le parece que en Chile ya se instaló el "nunca más"?

Es verdad que la sociedad en esa ocasión decidió enfrentar su pasado, mirarlo de frente. Pero los dos pilares desde los que se reconstruye la memoria colectiva es la verdad y la justicia. Y en Chile hasta hace poco existió una impunidad total porque varias de las personas que justificaron, aplaudieron y propiciaron el exterminio siguieron siendo actores políticos durante la transición. Eso ya no es posible. Por eso, la nominación de Carolina Echeverría como subsecretaria de defensa de Bachelet fue cuestionada. Pero, por otro lado, recién hace dos años se tramitan querellas por tortura. Y se concibe, según las normas internacionales, que es un crimen de lesa humanidad que no prescribe. El Nunca Más está instalado a medias nomás.

¿Cómo evalúa que un gobierno de derecha, el de Piñera, cerrara el penal Cordillera y enviara a los condenados por violaciones a los Derechos Humanos a un centro con menos comodidades?

Lo valoro mucho. Independiente de las razones que tuvo, lo cerró a pesar de las presiones que debe haber recibido. No me sorprende que no haya sido la Concertación. Desde que Pinochet fue detenido en Londres y esta misma lo trajo de vuelta, soy muy crítica de lo que fue la transición.

"Pienso que la memoria se entiende en clave presente y no en pasado y que estas historias pasan de generación en generación. Ya crecerán mis nietas y serán ellas las que pidan justicia. Estos procesos son así, no se terminan nunca".

¿Se plantea con la misma desconfianza ante la promesa de la Presidenta Bachelet de hacer una nueva Constitución?

Con dudas absolutas. Sobre todo cuando se ha hecho todo para satanizar a la asamblea constituyente. La transición española empezó con una nueva Constitución. Toda la institución franquista fue barrida y botada. Pero aquí, incluso el binominal, se mantiene. Ver para creer. Soy más desconfiada que caballo de huaso.

¿Dónde ve hoy vulnerados los Derechos Humanos?

Basta mirar la situación de nuestros pueblos originarios. Y la realidad penitenciaria, que se caracteriza por el hacinamiento, el maltrato y la cero rehabilitación. Es una vergüenza y está mencionado en todos los informes de Derechos Humanos. Los menores en situación irregular, es decir, Sename y sus hogares son otro espanto.

¿Qué le pasa cuando otras mujeres, como la periodista Patricia Verdugo, que pelearon por defender los Derechos Humanos se van muriendo?

Para mí fue tremendo. Porque, además, estuvo conmigo en Budapest antes de morir. El corazón se me contrae cuando todavía paso por su casa y siento ganas de pasar a verla. Porque todavía me cuesta creer que la Patricia no esté.

Acaba de hacer un rito funerario para enterrar los restos de Carlos. ¿Qué significó eso para usted?

Enterrar a Carlos es importante como un ejercicio de memoria y para mi hijo Germán. Para mí no cierra ningún ciclo.

¿Por qué es especialmente importante para su hijo?

Los hijos tienen un montón de complejidades de las cuales uno no se da ni cuenta. Yo me di cuenta del nivel de sentimiento de pérdida de Carlos para Germán recién en 2009 cuando vi el documental que hizo para reivindicar la memoria de su padre: Mi vida con Carlos. Antes nunca vi su dolor.

¿En serio se demoró más de 30 años en ver eso?

Sí. Creía que lo que él vivía era su realidad nomás. Uno niega muchas cosas. Pero ahora mismo Germán está muy afectado. Desde que identificaron los restos de su padre siente como si se lo hubieran matado ayer. Y es terrible porque tú como mamá hiciste todo lo posible para que no sufriera, para que no sintiera ese vacío. Tan convencida estaba de que lo había logrado que llegué a lamentar que Germán nunca se diera cuenta del padre fantástico que perdió. Pero estaba equivocada, porque es justo lo que está sintiendo ahora.

¿Y en qué reflexión está usted ahora?

Pienso que la memoria se entiende en clave presente y no en pasado y que estas historias pasan de generación en generación. Ya crecerán mis nietas y serán ellas las que pidan justicia. Estos procesos son así, no se terminan nunca.

Carmen con su hijo Germán y sus nietas Amalia y Greta (de pelo largo), quien cumplió 12 años el mismo día del rito fúnebre de Carlos Berger y llevaba en brazos la foto de su abuelo. "Lo único que me pidió de regalo fue que no fuera un día triste", cuenta Carmen.

Imágenes del verano de 1973. De izquierda a derecha, la abogada a sus 25 años; luego con Carlos Berger meses antes de su asesinato; y Germán, el hijo que tuvieron en común, en los brazos de su padre a los 5 meses.

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