La reivindicación de la arcilla

El escultor chileno radicado en Londres, que en 2012 instaló fuera de La Moneda diez mil narcisos de arcilla, está de vuelta montando su primera obra monumental en Chile: una mole de dos toneladas en la entrada del nuevo Centro de las Artes 660. Jugado por darle a la arcilla un valor artístico, aquí cuenta cómo se convirtió en un artista reconocido en el extranjero cuyas obras alcanzan cifras millonarias en subastas europeas.




Paula 1151. Sábado 5 de julio de 2014.

A un costado de la calle Rosario Norte, dos maestros de la construcción se detienen a mirar una serie de bloques blancos que parecen emerger de la tierra. Se trata de Masa blanca, de Fernando Casasempere (55), la primera escultura de gran formato que instala en Chile y que ha sido elegida para exhibirse en la entrada principal del nuevo Centro de las Artes 660, en Las Condes. El artista mira atento la reacción que provoca en los transeúntes esta mole de dos toneladas hecha de porcelana blanca y que representa la nevada Cordillera de los Andes. Casasempere sonríe satisfecho.

Para que este escultor llegara a ver una obra suya de este calibre en una calle de Santiago corrió bastante agua bajo el puente. A los 21, se fue a España a estudiar Cerámica en la prestigiosa Escuela Forma de Barcelona y volvió a Chile cinco años después, causando impacto con su trabajo en las nuevas galerías del Santiago de fines de los ochenta. A pesar de que tuvo éxito, en 1997 y con 38 años emigró nuevamente y decidió partir de cero en Londres, epicentro de la escena artística. De eso han pasado quince años. Y la apuesta ha valido la pena. Sus obras se han presentado en las principales galerías del mundo, como el Museo Victoria y Albert de Londres y el Museo de Arte Contemporáneo de Osaka. En Chile se hizo popular en 2012, cuando instaló frente a La Moneda diez mil narcisos hechos de arcilla, material con el que lleva experimentando durante décadas.

"Lo que más me interesa del arte en el espacio público es que tiene dimensiones muy grandes, entonces los desafíos son enormes. La obra se vuelve parte de la ciudad y eso intimida. La gente se detiene, observa, opina. Ese diálogo me encanta".

PASIÓN POR LA ARCILLA

A Casasempere la fascinación por la arcilla le viene desde niño, cuando dedicaba buena parte de su tiempo a jugar con materiales moldeables, como la greda. "La arcilla es un material que tiene vida propia y, por lo mismo, no me da respiro. En mi taller, si no dejo bien tapada una pieza, se seca y ya no puedo seguir trabajándola. Una piedra te puede esperar diez años y, si vuelves, ahí va a estar, exactamente donde la dejaste. La arcilla, no. A la semana ya está seca", afirma.

Después de más de treinta años trabajando con la arcilla, ¿qué te sigue sorprendiendo de ese material?

Las diferentes maneras en que puede hablarte. Actualmente, de hecho, me fascina más que nunca, porque soy más consciente de sus procesos y tengo más conocimientos de lo que se puede hacer con ella. Me gusta estar con la arcilla, involucrarme con ella. Por eso paso tantas horas en el taller. A veces le dedico más de doce horas diarias.

En los comienzos de tu carrera fuiste reconocido como ceramista. ¿Existe alguna diferencia entre ser ceramista y escultor?

Soy un gran admirador del arte precolombino, en parte porque allí entre la cerámica y la escultura no hay fronteras. Mi trabajo siempre ha sido escultórico. Quizás lo que hace que me perciban como ceramista es que nunca tuve el complejo de hacer un centro, por ejemplo. Creo que la esencia de la cerámica es utilitaria y me encanta poder abordarla cuando me dan ganas.

Cuando volvió de España en 1987, la gran pelea de Casasempere fue dar a conocer la arcilla, "un material netamente americano, que no se estaba usando en el lenguaje artístico contemporáneo", dice. En ese entonces trabajaban la cerámica en Chile Luis Mandiola y Ricardo Irarrázabal. También se estaba iniciando Ruth Krauskopf con su Taller Huara Huara. Sin embargo, la arcilla no era parte de los principales circuitos de arte. "Lo que yo quería era que llegara a las mejores galerías, igual que una pintura o una escultura en piedra", agrega el artista. Y lo logró. Primero montó una exposición en la Galería Praxis, luego en el Museo de Arte Precolombino y después hizo otra muestra, donde exhibió los resultados de la investigación que hizo el 92 gracias a la beca de la Fundación Andes, cuando empezó a trabajar con el relave del cobre y otros desechos industriales. Finalmente, en una recién estrenada Galería AMS Marlborough, en 1996, expuso 55 esculturas que fueron vendidas –todas– antes de la inauguración. Ahí decidió irse de nuevo.

Masa blanca fue pensada por Casasempere para que pudiese ser vista también desde arriba, ya que está rodeada de edificios muy altos. "Quise que diera la sensación de que la materia pareciera saliendo de la tierra. Sus bloques blancos hacen referencia a la cordillera nevada, es la naturaleza metida en la ciudad", dice sobre la obra monumental que acaba de instalar en la comuna de Las Condes.

PARTIR DE CERO

Estabas pasando un gran momento en Chile. ¿Por qué no te quedaste e hiciste carrera acá?

Me fui porque me iba bien y eso me preocupó. Creo que el arte se debe vivir al límite y el reconocimiento siendo joven podría haber dañado mi trabajo para siempre. Especialmente en un país donde había poca información sobre mis temas. No tenía pares que me plantearan desafíos. Recuerdo que la crítica no sabía hablar del material, se referían a él con términos incorrectos. A pesar de que había muy buenos escultores –Gacitúa, Assler, Peña–, me di cuenta de que todo estaba en pañales.

Y entonces te vas a Londres. ¿Cómo fue al comienzo?

Fue duro, porque de repente pasé a ser nadie, pero nadie-nadie, y ya no era un estudiante, sino alguien forjando su carrera. Llegué a Londres a los 39, el año en que hicieron por primera vez Sensation, esa gran exposición de jóvenes artistas que revolucionó el arte contemporáneo. Por un lado, era increíble estar allí viviendo eso, pero por otro fue terrible porque sentí que, en términos de lenguaje, estaba desfasado como en treinta años. Fue apanicante. Tuve que recuperar mi confianza y creer que tenía algo que decir.

¿Y cómo lo hiciste?

Comencé de cero. Fui a mostrar mi trabajo a Besson, la mejor galería de cerámica de Londres. Hoy, mirando hacia atrás, pienso en eso y me da vergüenza, no sé si me atrevería a hacerlo de nuevo. En la galería me dijeron que encontraban interesante mi trabajo, pero que querían tocarlo, verlo. Entonces me puse a trabajar. Viví una vida ordenada y austera con los ahorros que había juntado en Chile. Pasaron casi tres años, y un día de esa misma galería me invitaron a ser parte de una exposición junto a los principales ceramistas del mundo. Puse todo mi esfuerzo en hacer una taza a la que le puse Interlocking of 2000 years. Después de que la galerista la vio, me llamó y me dijo: "Simplemente wonderful". Y más: les gustó tanto, que la eligieron para el afiche de la muestra. Lo insólito es que era muy pequeña, de tan solo doce centímetros de alto. Ahora que lo pienso, creo que ese tamaño reflejaba la reducción que había sufrido mi ego.

A partir de esa pequeña pieza, su carrera en Inglaterra agarró vuelo. Vino un primer show individual, luego un segundo y un tercero, hasta que lo tomó la New Art Centre, la galería de los escultores más importantes de Europa: Anthony Caro, Richard Long y Barbara Hepworth, entre otros. De alguna manera, la odisea comenzaba a valer la pena.

Los trabajos de Casasempere han sido expuestos, además de en Chile, en Inglaterra, Japón, España, Estados Unidos y Francia. Su obra es también parte de la colección del Museo Victoria y Albert de Londres, el museo más grande del mundo dedicado a las artes decorativas.

FLORES QUE VUELVEN

En 2012, el Somerset House, una de las principales instituciones culturales londinenses, eligió su propuesta Out of Sync (Desincronizado) para intervenir con diez mil narcisos de arcilla el frontis de su edificio en el marco de los Juegos Olímpicos. Es la misma obra que luego instalaría en Santiago, en la Plaza de la Ciudadanía, y que terminará su recorrido en el Desierto de Atacama, cerca de Antofagasta, de aquí a 2015, en el mismo lugar donde sacó el material para hacerla.

¿Hay un antes y un después de Out of Sync?

Hoy los museos me contestan el teléfono de otra manera. Sin duda, mi trabajo se hizo mucho más visible.

¿Cómo fue instalar estas mismas flores en La Moneda?

Llevaba muchos años sin mostrar algo en Chile y volver al espacio público de esta manera, sobre todo al palacio de gobierno, acogido por la primera dama, dando un discurso frente a mis seres queridos, con la Alameda detrás, me emocionó. Me obligó a analizar lo que había sido mi vida y a pensar en lo que habíamos avanzado.

¿Cuál es tu relación con el arte en el espacio público?

Creo que lo primero de lo que uno, como escultor, se tiene que hacer cargo es que está interfiriendo el espacio del otro y que ese otro podría sentirse agredido. Entonces hay que ser muy considerado. Lo que más me interesa del arte en el espacio público es que tiene dimensiones muy grandes, entonces los desafíos son enormes. La obra se vuelve parte de la ciudad y eso intimida. La gente se detiene, observa, opina. Ese diálogo me encanta.

¿Qué desafío te planteó Masa blanca, esta primera obra monumental que instalas en Chile?

Con esta obra de 1,70 metros de alto –fabricada con porcelana, una arcilla más sofisticada– quise que la materia pareciera saliendo de la tierra. Sus bloques blancos hacen referencia a la cordillera nevada, es la naturaleza metida en la ciudad. Decidí que sería así cuando me di cuenta de que la obra iba a poder ser vista desde las alturas, porque está en un lugar rodeado de edificios muy altos que ofrecen esta oportunidad.

Con la perspectiva de hoy, ¿cómo ha cambiado tu obra a través del tiempo?

Cuando me fui a Inglaterra me llevé doce toneladas de arcilla. Y continué por años transportando más toneladas. ¿Por qué? Porque era más fácil llevármela desde Chile y poder hablar desde ahí, pues esa arcilla soy yo. Pero fui sintiendo que me estaba construyendo mi propia celda. Pensé que si seguía trabajando solo con arcilla chilena estaba desechando las posibilidades de sorprenderme con lo que podía encontrar en Inglaterra. Entonces, a partir de 2005, empecé a incorporar arcillas inglesas. Pero hay otros cambios. Antes, me concentraba más en el objeto. Ahora, mi desafío tiene que ver con cómo desarrollo una idea en base a una pieza; cómo, con determinado material, puedo transmitir una idea. Hoy mi obra ya no es un objeto escultórico. Hoy se ha se mezclado con el suelo.

Con este tazón de 12 centímetros de alto, llamado Interlocking of 2000 years, Fernando Casasempere sorprendió a Besson, la principal galería dedicada a la cerámica en Londres. Este pequeño objeto, que presentó en una exposición junto a los más importantes ceramistas del mundo, impulsó su carrera como escultor en Europa a partir del año 2000.

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