Caicedo (Por Fuguet)

Como su hermano mayor. Así ha definido el autor de Missing y Mala onda a Andrés Caicedo, el mítico escritor de culto colombiano a quien descubrió en 2000, cuando leyó un libro suyo. Fuguet sintió que la atormentada prosa de ese desconocido lo identificaba. Tanto, que terminó viajando a su natal Cali para rastrear su historia y, en 2008, publicó Andrés Caicedo. Mi cuerpo es una celda (una autobiografía), que hoy vuelve a reeditar con nuevo material. ¿Qué conecta al autor chileno con el escritor que se suicidó en 1977, cuando tenía apenas 25 años? Aquí lo explica.




Paula 1141. Sábado 15 de febrero de 2014.

Como su hermano mayor. Así ha definido el autor de Missing y Mala onda a Andrés Caicedo, el mítico escritor de culto colombiano a quien descubrió en 2000, cuando leyó un libro suyo. Fuguet sintió que la atormentada prosa de ese desconocido lo identificaba. Tanto, que terminó viajando a su natal Cali para rastrear su historia y, en 2008, publicó Andrés Caicedo. Mi cuerpo es una celda (una autobiografía), que hoy vuelve a reeditar con nuevo material. ¿Qué conecta al autor chileno con el escritor que se suicidó en 1977, cuando tenía apenas 25 años? Aquí lo explica.

Cuando el escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet entró a la extinta librería limeña La Casa Verde, en 2000, y compró Ojo al cine, del caleño Andrés Caicedo, sintió que las manos le temblaban. Bastó que leyera algunas páginas donde el colombiano describía el guión de su fracturada vida a través de las infinitas películas que había visto, para que su pluma le sonara familiar. Fuguet no había leído nunca antes a Caicedo, pero apareció ante él un tipo delgado, tímido, tartamudo y a la deriva, que perfectamente podría haber sido un personaje de sus libros, según ha declarado en entrevistas. También un hermano mayor o amigo clave: ambos eran amantes del cine. Ambos veían en la literatura un refugio. Ambos eran solitarios. Pero Caicedo ya no estaba en este mundo para que Fuguet pudiera contarle lo que tenían en común. Se había suicidado con 60 píldoras de barbitúricos el 4 de marzo de 1977, cuando tenía 25 años y acababa de recibir por correo certificado su primera novela publicada, ¡Que viva la música! Antes, había dejado una inmensa obra que permanecía en su mayoría inédita: cartas, diarios, apuntes, novelas, cuentos, poemas, guiones de cine y obras de teatro, que Fuguet de alguna forma dirigió y montó en Mi cuerpo es una celda (Norma, 2008), una autobiografía donde es el propio Caicedo el que se cuenta a sí mismo. Seis años después, el libro se acaba de reeditar por Alfaguara con fotografías inéditas en blanco y negro, en las que se aprecia al autor colombiano adicto al valium, a Jerry Lewis y a The Rolling Stones, en primer plano, con su cabellera rockera, despeinada. "Todo un Jim Morrison latinoamericano", dice Fuguet. Abocado por completo a filmar su próxima película, Invierno, el escritor hizo una pausa para referirse en esta entrevista a "ese tipo con cara de nerd" que a 14 años de encontrarlo en esa librería de Lima todavía lo sigue inspirando.

Una vez leí que ese vuelo de Lima a Santiago donde leíste por primera vez a Caicedo te transformó en otra persona. ¿Cómo fue eso?

Conocer un aliado literario y cinéfilo, latinoamericano además, fue increíble. Los había conocido en ambos ámbitos pero no uno que mezclara las dos cosas. Me topé con un tipo que claramente era McOndo. El líder de McOndo. Y más encima colombiano y contemporáneo de García-Márquez. Que Caicedo no enganchara con la moda imperante es alucinante. Fue rockero, mediático, transgresor, se adelantó a su época e hizo cosas como de bloguero y de instagramero (cosa de ver sus selfies). Él se autodenominaba un cinépata. De ahí salió el nombre de mi empresa y sitio.

Si tuvieras la posibilidad de encontrarte con él, después de haber recorrido su obra y sus pensamientos, y de haberte empapado de su vida, ¿qué le preguntarías?

Lo putearía. Nadie puede matarse a los 25 y dejar a tantos dañados en el camino. Hubiera preferido un escritor-crítico no tan cool que hoy tuviera más de 60 que un Jim Morrison latinoamericano. Luego lo invitaría al cine. Le mostraría un corte de mi filme Invierno que algo tiene que ver con mi experiencia de hacer este libro. Y le preguntaría si su nueva fama le gusta. Eso.

"Si Caicedo hubiera sido más aterrizado y menos dañado, creo que hubiera hecho un cine garage o nueva ola. Pero filmó pocos planos. No tenía la templanza para hacer cine, pero como crítico era una as (...) No le interesaba el poder, caer bien ni pertenecer a algo, ese gran mal de hoy. Caicedo es el primer hipster latinoamericano. Claro que con más intelecto y obra".

La reedición del libro incluye fotografías que no estaban en la primera versión. ¿Por qué quisiste volver a ser promotor de su obra y publicar nuevamente su autobiografía?

Las fotos son un extra. El libro es potente por su voz y su prosa, una prosa que se mantiene coherente cuando él ya no lo era. Creo que las fotos demuestran que, en efecto, era un nerd y tenía mucho de actor, es decir, alguien tímido, dañado, escindido pero con un gran ego. Caicedo mezclaba como muchos grandes un narcisismo radical que salía de su timidez enfermiza. Fui promotor de su obra, hice este libro porque soy escritor y Caicedo me parece un gran autor y estaba perdido. Es parte de mi pega de narrador, creo. Sobre todo si tiene que ver conmigo y con McOndo y con el cine. Los promotores de su obra ahora deben ser su hermana Rosario, su agente Andrea Montejo y él mismo.

Has dicho que descubriste en Caicedo a un hermano mayor que te habría podido proteger, a un personaje de tus libros. Alguna vez mencionaste en una entrevista: "Creo que en Caicedo están mis temas". ¿Qué cosas de su personalidad hacen espejo en ti, además del amor al cine?

Sí. Creo que compartimos ciertos temas, así es. Pero si supiera cuáles son mis temas, en todo caso, dejaría de crear. Creo que más intuyo cuáles no son. Y sí: es como un hermano mayor. Raro que a uno menor le tocara protegerlo pero así se dieron las cosas. Feliz de poder hacerlo y ahora creo que él camina solo.

MEJOR A SOLAS

Caicedo decía que la literatura es el oficio más solitario del mundo. Tú sueles desaparecer cuando estás creando obras con títulos como Apuntes autistas. ¿Qué tiene la soledad que te hace sentir tan cómodo?

La gente le tiene miedo a la soledad, yo no. Es un lugar tranquilo, sin gente. Es un sitio ideal para crear o leer. Creo que Andrés sí le temía y eso lo llevó a la autodestrucción. Andrés se suicidó; ese tema me atrajo de lejos, pero no es mi tema. Por suerte. Lo fue, creo.

Cuando uno lee a Caicedo da la sensación de que él siempre supo que se iba a morir. Antes, sin embargo, vivió con urgencia, probó hongos, anfetaminas. ¿Alguna vez has querido o quisiste renunciar al mundo? ¿Qué opinas de las drogas como herramienta para crear?

¿Cuáles drogas? ¿Facebook, twitter, ir a fiestas de marcas? Las drogas atraen y a la vez son peligrosas más allá de que suena a campaña de moral. La gente frágil puede verse duramente afectada: claramente Andrés fue víctima de ellas tal como lo fue de tantas otras cosas. Su familia no lo ayudó, ni el estado de las cosas. Yo me siento en ese sentido muy afortunado; quizás no seré un mito pero me atrae ir envejeciendo y creando de a poco. Nunca he pensado en irme; a veces dan ganas de bajarse, pero para eso está el ravotril o crear.

Caicedo era un melómano, un cinépata. Recorriendo su obra, ¿descubriste algún libro o disco que hoy sea parte de tu banda sonora?

La película Lilith, de Robert Rossen, con Warren Beatty y Jean Seberg. Notable. Es tan obvio que Caicedo enganchara con esta cinta que fue un fracaso: un sicólogo novato es enviado a un siquiátrico y un profesor le advierte que no se enganche con los pacientes. Por cierto que se enamora con la más dañada y suicida de todos. Gran filme. Musicalmente reconozco que la salsa me supera y no la entiendo.

¿En qué estás ahora además de la película? ¿Alguna novela?

De novelas no publicadas ya no hablo. Aprendí eso cuando por hablar de más, se hundió. Tiendo a soñar poco.

*La hermana de Caicedo

"A mi hermana Rosario, con la que iba al cine y hablaba de cine; la que me acogió y que me sigue escuchando, cuidando, protegiendo y defendiendo". Esta dedicatoria que introduce la autobiografía de Andrés Caicedo, Mi cuerpo es una celda, no la escribió el autor colombiano sino Alberto Fuguet en su representación. Pero para Rosario solo simboliza una cosa: cuán profundo llegó a comprender el autor chileno la estrecha relación de hermanos que mantuvieron a lo largo de sus 25 años de vida. "Fui testigo de la increíble disciplina de Alberto como escritor y también del respeto e interés que tenía por la obra de mi hermano en un momento en que, el mismo libro, abría en la familia grietas profundas que suele haber cuando se ha experimentado algo tan trágico como el suicidio de un ser querido. Alberto no solo me apoyó en ese proceso, también, a través de Mi cuerpo es una celda, le abrió las puertas a la obra de mi hermano", dice Rosario Caicedo desde Estados Unidos, país donde vive y donde este libro tomó forma, cuando ella y Fuguet se pasaron noches enteras seleccionando el material en su casa de Connecticut, en julio de 2008.

¿Qué crees que pensaría tu hermano de la fama póstuma?

Creo que estaría muy angustiado, pero de una u otra forma, satisfecho. Andrés analizó muy seriamente que su producción literaria tendría una repercusión en el futuro. "Morir y dejar obra", así lo escribió y así lo hizo, a la carrera pero con esmero, porque sabía que tenía los días contados.

En ese proceso, Caicedo se transformó en una suerte de alter ego para Fuguet.

Para mí es muy obvio que es así. Los dos son obsesionados –para poner a Andrés en el presente – con el séptimo arte. Y los dos parecen interpretar la vida a través de las películas vistas, usando metáforas cinematográficas todo el tiempo. Hubiera sido lindo que se conocieran de verdad, pero en cierta forma ya lo hicieron y son muy buenos amigos.

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