El desembarco de Enrique Ramírez

Hace nueve años partió a Francia, se hizo conocido por su película Brisas y lo sindicaron como una promesa del cine. Él aclaró que sus filmes eran piezas de montajes de arte. Tras exhibir nada menos que en Palais de Tokyo de París, Enrique Ramírez (35) vuelve a Chile con un montaje impecable, que se toma tres pisos del Museo de la Memoria. La muestra lo confirma como uno de los artistas chilenos jóvenes más sólidos del momento. Hasta el 23 de agosto.




Paula 1174. Sábado 23 de mayo de 2015.

Hace nueve años partió a Francia, se hizo conocido por su película Brisas y lo sindicaron como una promesa del cine. Él aclaró que sus filmes eran piezas de montajes de arte. Tras exhibir nada menos que en Palais de Tokyo de París, Enrique Ramírez (35) vuelve a Chile con un montaje impecable, que se toma tres pisos del Museo de la Memoria. La muestra lo confirma como uno de los artistas chilenos jóvenes más sólidos del momento. Hasta el 23 de agosto.

Se formó en Chile como comunicador audiovisual y cineasta, pero su sensibilidad no estaba tan orientada a contar historias, sino a generar poemas fílmicos, que transmitieran un clima emocional profundo y contemplativo, involucrando al espectador en una reflexión sobre el sentido del viaje, del paso del tiempo, de lo que se olvida y se recuerda y, sobre todo, de lo que se borra porque no se quiere ver. Hoy, tras nueve años en Francia, sus películas se exhiben como parte de montajes artísticos, generando una relación de intimidad con quien las observa en algún pasillo oscuro, para luego recorrer objetos, instalaciones, fotografías, textos y dibujos que complementan el tema de cada exhibición. La calidad de su trabajo hizo que Michel Rein –una de las galerías más importantes de París (con sede en Bruselas también)– quisiera representarlo.

Con Brisas (2008), su primera cinta, instaló con éxito un lenguaje propio y consistente, donde ya se plantean muchos de los elementos que caracterizan su obra actual. La pieza de 12 minutos es un plano secuencia donde se ve a un hombre de camisa y chaqueta que camina bajo la lluvia hacia el Palacio de La Moneda, atravesando la Alameda desde la calle San Diego. Luego se interna en el emblemático edificio, pasa por el bucólico Patio de los Naranjos y sale por la puerta que da a la Plaza de la Constitución. El trayecto lento y melancólico va acompañado de un poema en alta voz que remite a los destellos de memorias y sensaciones biográficas. Finalmente, al salir del edificio, la cámara abre el plano para mostrar que el agua proviene de dos camiones aljibe que le apuntan. "Cuando se abrió La Moneda para que la gente pudiera entrar había que ingresar por atrás y no por Alameda. Nunca entendí esa lógica, hasta que un carabinero me dijo que era para no mirar de frente el edificio, porque así el pasado se dejaba atrás. Ahí me propuse torcer el reglamento y lograr el permiso para entrar desde la Plaza de la Ciudadanía. Esta película reflexiona, precisamente, sobre olvidar o recordar el pasado", explica.

Aunque la escena sea muy local, por su factura impecable y su fuerza poética, el filme posee un alcance universal y admite múltiples lecturas, desde lo que se niega de nuestra vida personal hasta lo que los países ocultan de su historia. Ese fenómeno de universalidad caracteriza toda la obra de Ramírez, por algo ha sido mostrada con muy buena crítica en museos y festivales de cine de todo el mundo, entre ellos el de Rotterdam y el Rencontres International (París, Madrid, Berlín). Ahora Brisas es parte de lo que exhibe en el Museo de la Memoria, junto con otras películas y una gran cantidad de otros objetos, dibujos e instalaciones.

País, 2015. Tela de vela, Dracrón, 7 cuadros de 99 x 66. Cortesía del artista, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y Galeria Die Ecke, Santiago.

Cruces Nº 2 de la serie Los durmientes, 2014. Fotografía análoga color formato 6 x 7, impresión digital. Cortesía del artista, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, galería Die Ecke, Santiago, Michel Rein, París, Bruselas.

Velas en Die Ecke

En paralelo a la exhibición del Museo de la Memoria, el artista está mostrando (hasta el 6 de junio) en la galería Die Ecke una serie de piezas que tienen como denominador común el uso de velas de barco. La idea del mar como soporte de un viaje físico y mental, ahora se encarna en este objeto, que siempre ha estado en su imaginario, ya que su padre se dedica a la fabricación de velas para embarcaciones.

Pero la sección más importante de esta amplia exhibición está dedicada a la obra Los durmientes, expuesta el año pasado en el Palais de Tokyo, tras ganar el premio de los amigos de esa prestigiosa institución del arte francés. En ella, Ramírez despliega metáforas visuales y sonoras sobre los detenidos desaparecidos que fueron lanzados al mar, siendo una imagen muy potente aquella de las cruces, algunas adornadas de flores, que se mecen en el agua, como si se tratara de un cementerio flotante. También la exhibición tiene relatos de entrevistas a familiares de los desparecidos que se cree fueron lanzados al mar, entre otros documentos.

Los durmientes, 2014. Tríptico video 4K, sonido. Vista de exposición, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Cortesía del artista, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, galería Die Ecke, Santiago, Michel Rein, París, Bruselas.

Las personas son de los lugares y llevan su tierra junto a ellas, 2015. Neón. Cortesía del artista, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, galería Die Ecke, Santiago, Michel Rein, París, Bruselas.

El océano es un elemento que se repite en el trabajo de Ramírez. De hecho, uno de sus proyectos principales es Océan, que es una filmación de un viaje realizado por el artista, durante 23 días, en un barco desde Valparaíso hasta Dunkerque, Francia. La película es un plano secuencia, sin cortes, proyectado en tiempo real. Se trata de una cámara fija, ubicada en el puesto de mando del barco, desde donde se ve parte del barco y, más atrás, el mar, con sus sutiles variaciones de clima y sus cambios lumínicos según sea día o noche.

"Crecí en dictadura y no tuve mucha conciencia de lo que sucedía. Pero en un momento quise revisar esa historia para entenderme a mí mismo. Y en este proceso me he dado cuenta de que en chile hay una especie de borrón y cuenta nueva que me molesta mucho", comenta Ramírez.

Ramírez dice que el mar funciona en su obra como soporte de un viaje real y mental, donde se juega el tiempo, la memoria y la transformación personal. Pero también es un abismo rotundo e insondable, donde un cuerpo puede desaparecer para siempre. "Siempre navegué, desde niño y el mar siempre me ha fascinado y aterrado al mismo tiempo", dice. De hecho, en una de las grabaciones exhibidas en el museo, el entrevistado especula con una terrorífica ficción: imagina que un familiar pudo haber sido devorado por un pez y que quizás, después, ese mismo pescado esté sobre nuestro plato. www.enriqueramirez.net

Cruces Nº 4 de la serie Los durmientes, 2014. Fotografía análoga color formato 6 x 7, impresión digital. Cortesía del artista, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, galería Die Ecke, Santiago, Michel Rein, París, Bruselas.

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