La dama de rojo

La directora alemana Margarethe von Trotta (71 años) será la estrella invitada a la próxima edición de Sanfic –entre el 23 y el 31 de este mes–, donde estrenará su más reciente producción, Hannah Arendt. Aquí, el crítico de cine Héctor Soto entrega contundentes argumentos para detenerse en su filmografía.




Paula 1128. Sábado 17 de agosto 2013.

La directora alemana Margarethe von Trotta (71 años) será la estrella invitada a la próxima edición de Sanfic –entre el 23 y el 31 de este mes–, donde estrenará su más reciente producción, Hannah Arendt. Aquí, el crítico de cine Héctor Soto entrega contundentes argumentos para detenerse en su filmografía.

Es enérgica, resuelta, inconformista, guapa y siempre ha militado en la izquierda alemana. Margarethe von Trotta es una de las más reconocidas cineastas del último tiempo en su patria y será la figura estelar en el próximo festival de cine independiente, Sanfic, que comienza el próximo viernes 23. Ahí se exhibirá su última realización, Hannah Arendt. La cinta es un rescate de la figura de la distinguida pensadora judío-alemana, discípula y también amante de Martin Heidegger, a partir solo de uno de los momentos cruciales de su vida, cuando ella asume la responsabilidad de cubrir para The New Yorker el juicio a Adolf Eichmann a comienzos de los años 60. Sus despachos se convertirían después en un libro glorioso: Eichmann en Jerusalén.

A la realizadora –actriz durante muchos años, musa de Fassbinder en algún momento, casada por segunda vez con el cineasta Volker Schlöndorff– le gusta trabajar con materiales dramáticos de alta combustión. Lo ha hecho siempre. En debut, El segundo despertar de Christa Klages (1977), contó la historia de una chica que asalta un banco. En la más conocida de sus películas, Las hermanas alemanas (1981), se hizo cargo de los dilemas personales y políticos del terrorismo de izquierda en la Alemania de los años 70. En Rosa de Luxemburgo se la jugó por una mujer de contornos políticos legendarios, revolucionaria ruso-germana de sangre judía, activista y también teórica del marxismo, disidente de la socialdemocracia alemana, asesinada en Berlín a comienzos de 1919. Las zonas de fricción de su nueva película son varias. ¿Cómo una chica judía cae seducida ante el magisterio y la personalidad de Heidegger, no obstante las simpatías nazis del filósofo? ¿Por qué Arendt se atrevió a desafiar las explicaciones canónicas del Holocausto hablando de "la banalidad del mal"? Para ella Eichmann fue el peón de una ideología diabólica, pero también un imbécil, un miserable burócrata que jamás asesinó a nadie por sus manos y que consagró su oscura vida a la eficiencia de la industria genocida del nazismo.

Margarethe von Trotta, que por esas cosas de la vida, a pesar de haber nacido en Berlín, pudo adquirir la nacionalidad alemana solo cuando se casó en 1964 (su madre había nacido en Rusia, huyó de la revolución soviética y con su hija fue apátrida durante muchos años), es parte de esa generación de alemanes que todavía se pregunta por qué. Por qué esa nación depositaria de un legado formidable se rindió a un liderazgo político demencial. Por qué todavía no hay explicaciones para ese disparate. Por qué a la Alemania de la prosperidad no le gusta hablar de estos temas. Y por qué será que a ella sí.

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