Nonchalant, la importancia de no esforzarse tanto

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Hay algo inescrutable en el atractivo cuando este emana de un cierto descuido, de una falta de esfuerzo. A ese cariz se le llama "nonchalance" y es el pasaporte de estilo que suelen tener aquellos inconscientes de su belleza. De todos los estilos es el que produce mayor hechizo.




Paula 1120. Sábado 27 de abril 2013.

El globo está lleno de personas que se afanan hasta la majadería en parecer atractivas, en verse bien, en parecer adecuadas para la ocasión, y que lo logran, dejando una estela de admiración entre sus pares menos efectistas, o menos ocurrentes. Pero, a veces, muy pocas, nos topamos con quienes no solo se ven bien sino que parecen haber alcanzado ese umbral sin siquiera haber empujado el esmero; sin que se note esfuerzo alguno. Su estilo fácil –y hasta descuidado– exuda gotas de gracia que pueden derretir hasta a la envidia más encubierta. A las primeras, normalmente se las celebra: la mujer en la fiesta cuando, enfrentada a su conocida, cuyos esfuerzos son evidentes en cuanto al resultado de su look general, le comentará, muy probablemente, cuán fantástica se ve. A las segundas, nadie les emite sonido. Solo se las mira y venera secretamente. No da para comentar. Ese desborde de naturalidad y estilo personal produce un hechizo sereno y respetuoso en quien lo logra identificar.

Esa gracia esquiva, ese no sé qué, para cuya referencia se utiliza el término internacional "nonchalance" es un talento que no tiene precio y que va emparejado con el encanto inconsciente de no saberse bello, de no sentirse estiloso de, simplemente, serlo.

Esa gracia esquiva, ese no sé qué, para cuya referencia se utiliza el término internacional "nonchalance", es un talento que no tiene precio y que va emparejado con el encanto inconsciente de no saberse bello, de no sentirse estiloso de, simplemente, serlo. Podríamos decir que no se obtiene por, sino que se tiene a pesar de. Cuando se trata de imitar –cuestión posible, pero riesgosa– suele quedar el impostor disfrazado de aquello que más teme: demasiado estudiado o copión.

El nonchalance, como concepto, viene del francés antiguo. Es uno de los adjetivos más asociados a la manera de vestir de los/as parisinos/as (aquellos que destacan por su estilo). Tiene muchas traducciones, pero todas se dan vueltas alrededor de lo mismo: mostrar desinterés, una cool falta de preocupación, casualmente indiferente, etc. Nada tan excitante si estamos hablando de la manera de ser o personalidad de alguien. Pero cuando trasladamos esas descripciones al estilo personal, a la manera de vestir, a la manera poco pretenciosa de llevar el pelo y quizás, incluso, no pintarse la cara, adquieren una relevancia y potenciales atómicos. Hacen toda la diferencia.

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